lunes, 26 de diciembre de 2011

Fuerza = Decisión

Es casi calculado, o esperado. Cuando uno piensa que la vida no lo puede tirar más abajo en un momento particular, ¡Pumba! Una pared te cae encima. Por supuesto que como se cae la pared, se cae el techo también. Y volvemos a las mismas preguntas de siempre, ¿qué necesidad? Es decir, ¿no la estoy pasando bastante mal ya como para que aparezca otra cosa más? ¿Por qué me pasa esto a mí?

Pues quizás son cosas que le tienen que pasar a uno para que no le pasen a alguien más. Mirándolo así, aunque no termine de encontrarse el sentido, casi se puede aceptar con gusto. ''Si estoy quitándole un peso a alguien, entonces que así sea.'' Pero casi. Lo cierto es que de alguna forma, los golpes de la vida son pruebas, y a nadie realmente le gustan las pruebas. A lo mejor de a ratos escuchamos que alguien dice: ''Quiero que llegue ese examen ya'', pero no es el examen lo que quieren, sino haberlo pasado, claro está.

El primer gran paso difícil que tenemos que dar, creo yo, es el darnos cuenta que no podemos solos. Nos encanta pensar que podemos, pero lo cierto es que no siempre es así. Para que sea más fácil de comprender, podríamos plantearnos el hecho de que así como quizás estas pruebas por las que estamos pasando nosotros, sirvan algún día para quitarle un peso de encima a alguien, entonces a lo mejor hay alguien que pasó por pruebas para ayudarnos a nosotros el día de hoy. SIEMPRE hay alguien que te puede dibujar una sonrisa.

El segundo paso es tratar de estar en paz con uno mismo. Cuando pasa algo inmediatamente tratamos de averiguar qué es lo que hicimos mal para llegar a ésto. En ocasiones existe la posibilidad de que no hayamos hecho nada malo, y que simplemente las cosas pasen porque tienen que ser así. Fundamentalmente, como me han enseñado, hay que olvidarse del ''por qué'' para darle su lugar primordial al ''para qué''. Es decir, no buscar el sentido del hecho en las causas, sino en las consecuencias.

Muchas veces para estar en paz con uno mismo hay que buscar reconciliar relaciones con algunas personas, que pueden o no estar involucradas en alguno de los hechos particulares que derrumbaron nuestro mundo. A veces el orgullo hace que la tarea sea muy difícil, sobre todo por el hecho de que esas personas probablemente desconocen el resto de las cosas que nos están haciendo pasar un mal momento. Por lo tanto, tampoco les importa. Pero no hay que enojarse con ellas, sino tratar de ponerse en su lugar y comprender. No siempre podemos ponernos en su lugar, especialmente sabiendo que quizás ellos también podrían intentarlo con nosotros para empezar, y la mayoría de las veces ni nos acercamos a la parte de comprender. La intención es lo que vale. Aunque la relación no se recupere, el haber puesto lo mejor de uno para que todo esté bien, deja la conciencia tranquila. El resto queda en la otra persona, porque a nosotros sólo nos queda la voluntad de mantener la esperanza en el Amor.

El tercer paso (si bien es muy probable que haya más y con mis jóvenes 20 años aún no pueda reconocerlos) y el más importante de todos, es darnos cuenta que la frase ''querer es poder'' es falsa. O mejor dicho, siempre se interpreta mal. Lo que digo es que el ''querer'' es en realidad ''amar'', y el ''poder'' no es otra cosa que ''sonreír''. Sonreír porque cada golpe que nos da la vida es, en cierta forma, maravilloso, ya que no lo esperábamos. Sonreír porque estamos acompañados en este momento de mierda. Sonreír porque estamos dando lo mejor de nosotros. Sonreír no hoy, sino el día que hayamos pasado la prueba con un ''Muy Bien 10!'', aunque sea tan sólo una super-nota conceptual por el esfuerzo y los huevos que pusimos. Sonreír al levantarnos a la mañana y decirnos a nosotros mismos: ''Hoy no me dejo vencer''.

Porque tener voluntad es cuestión de tener amigos, porque ''Amar es Sonreír'' suena más lindo, y porque el Sol y las nubes todavía me hablan, es que hoy puedo abrir los ojos y decirme a mi mismo que tengo fuerzas para salir adelante. Hoy sé que tener fuerza es una decisión.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Ya no quiero soñarte

Ya no te quiero en mis sueños,
aunque no quiero dejar de soñar
con aquella vez que en tus ojos
tanta bondad pude encontrar.
En ese abrazo eterno y perfecto
el mundo no nos podía molestar.
''No me importa lo que digan los demás'',
me dijiste y yo no supe reaccionar.
Jamás hubiera pensado que alguien
me amara con tanta sinceridad.
Parece que, a fin de cuentas,
no me vine a equivocar,
pues no soy yo a quien amas
y nada puedo hoy intentar.

Ya no te quiero en mis sueños,
pero no quiero dejar de soñar
con la esperanza de algún día
tu latir con el mío coordinar.
Espero a nadie enojar, pues no es mi intención.
Nada de lo que siento fue escogido por opción.
Mi cabeza no razona;
no tengo a quien culpar.
Desearía en tus caricias dejar de pensar;
tus soplidos no tengo por qué extrañar;
tus manos no tengo derecho a reclamar;
tus besos yo no pedí imaginar.
Quisiera no tener tanta inspiración
y no recordarte con cada canción.

Ya no te quiero en mis sueños,
mas no quiero dejar de soñar
con ese anhelo de algún día encontrar
una chica que no tema mi corazón aceptar.
De a ratos llueve en mi alma
y por momentos quiero llorar.
No te preocupes, dulce mía,
no tengo bronca ni rencor.
Tu felicidad fue mi deseo de cumple
y si las cosas pasan, por algo todo pasó.
Aunque no sea yo tu chico
no me dejo de alegrar.
Tu sonrisa sigue sabiendo agrandar
todo el amor que te tengo, no lo dudes jamás.

Ya no quiero soñarte y sin embargo,
hoy no quiero dejar de soñar.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Aunque Duela

Hace exactamente un año escribí que en lo que se supone sea un día como cualquier otro, todo puede pasar. Es super curioso que haya sido hace exactamente un año, y es curioso lo que hoy me toca vivir, sin dudas. El otro día, charlando con una familia amiga, que me ve triste, les explicaba que aunque la vida se la pasa cagándome a piñas, yo me la banco como puedo, pero que en algún momento una gota puede colmar el vaso. Resultó ser más literal de lo que yo creía.

Me levanté como cualquier otro día, agarré el almuerzo y fui a tomarme el colectivo para ir a trabajar. Como de costumbre, llegué unos quince minutos temprano y, como de costumbre, esperaba en la puerta del local a que llegara alguna de mis encargadas para abrir. A media cuadra hay un ''boliche'' ultra cabeza que cierra tarde, y siempre se ven dando vueltas a los que salen de ''bailar''. Algún que otro día se acerca uno con un perfume particular pidiendo plata para comprar más alcohol o pidiendo un pucho, pero la realidad de que no fumo ni tengo un peso para darles, hablando con respeto, los aleja sin mayor problema. Para terminar de ilustrarles la situación, les cuento que tengo la costumbre de mirar a los ojos a todas las personas que me cruzo, tratando de reconocerlos como semejantes. Resulta ser que a algunas personas no les gusta dejarse reconocer.

Esta mañana pasaron por la puerta dos muchachos trigueños de alrededor de 28 años y empezaron a preguntar qué estaba mirando yo. Por supuesto les contesté que nada, que solo estaba esperando para entrar a trabajar, y estaba todo bien. Sin embargo, parece que estos muchachos (alcoholizados o drogados, no termino de saberlo bien) buscaban pelea. Yo traté de calmarlos de buena forma, pero insistían, y uno se acercó para pegarme. En cuanto lo frené, el otro me pegó en el cachete izquierdo. Lo abracé y empujé, mientras el primero se acercó nuevamente y pude frenarle un puñetazo. Salí de la puerta del local y empecé a caminar pensando que quizás, al no reaccionar ante su agresión, se aburrirían y se irían. Para mi sorpresa, un puñetazo en la nuca me probó lo contrario. Mantuve la calma (quizás con alguna puteada de por medio) y seguí sin responder físicamente. Crucé la calle y me siguieron, agarré a uno de los brazos y el otro se acercó corriendo a pegarme, pero me moví un paso y se tropezó con mi pie para caer al suelo. Aún forcejeando, el otro se levantó y la cosa se volvió algo confusa. Tratando de soltarme y alejarlos, recibí un codazo (creo) en el pómulo derecho, y luego un puñetazo en la nariz. Después de eso, un hombre de seguridad del café que se encuentra enfrente de mi trabajo los frenó y se fueron corriendo.

Para ser honesto, cuando comenzó todo pensé en calmarlos a los golpes yo mismo. No me habría costado demasiado, a pesar de ser dos. Sin embargo, no parecía tener sentido, ya que me traería más problemas. Además, no lo sentí correcto. Observé, como tantas otras veces, una pelea entre mi cabeza y mi corazón. El primero, hasta cierto punto me decía lo que cualquiera haría. El segundo, como suele hacer, me mostró el buen camino y la caridad.

La policía logró agarrar a uno, y me llevaron a la comisaría para declarar. Decidí no presentar denuncia porque los trámites significarían un dolor de cabeza para mí, sin influir demasiado en ellos, salvo quizás para alimentar un rencor que podría resultar en que vuelvan a buscarme algún día. Una constancia de lo ocurrido es todo lo que necesitaba para calmar mi conciencia. Lo más probable es que, así como jamás los había visto, jamás los vuelva a ver. La mañana continuó con una suma de trámites largos y, siendo que todo esto pasó aproximadamente a las 6.50 am, terminé llegando a mi casa apenas a eso de las 13.15.

Lo primero que uno piensa es: ''¡Qué mala leche!''. Lo cierto es que no me sorprende demasiado. Suelo tener, en promedio, un accidente memorable por año, y muy mala suerte en general. La buena es que siempre la saco barata, y hoy no fue diferente. Podría seguir pensando: ''Y la vida sigue cagándome a piñas, nomás''. Sin embargo, me encanta poder sacarle lo bueno a cada cosa que pasa en mi vida, y este caso no es la excepción. Por un lado, vengo con cansancio acumulado, y estos días sin trabajar, hasta que me den el alta, me van a servir de un relativo descanso. Por otra parte, y es algo más que importante para mí, es que si en una situación de este estilo supe controlar mis impulsos y no respondí al ataque, es porque la violencia no sabe dominarme.

Pueden llamarme loco, idiota o soñador. Hoy puedo decir, a pesar de los golpes y la hinchazón, que hacer las cosas bien, aunque duela, me hace sentir mejor.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Aprender a Vivir

Todo comienza en una especie de pileta algo bizarra. Cuando mi mamá se quiere dar cuenta, ya la veo con mis propios ojos en un cuarto de hospital. Por un cierto tiempo (decir corto o largo es muy relativo) me llevan para todos lados, estando yo lo más pancho, hasta que cazo algunos truquitos. En un rústico intento de andar como todo el mundo, arranco con las rodillas y las manos, de acá para allá. Más tarde me animo y me largo a caminar, para después correr donde quiera. Un buen día me doy cuenta que hay personas fuera de mi familia que también pueden quererme. De un día para el otro estoy en la escuela y un montón de cosas más. Termino la escuela y empiezo con la facu. En el medio hubo amistades, campamentos, viajes, charlas, retiros, salidas, jodas, llantos, risas, amores y etcétera. La idea es recibirme y conseguir un buen trabajo; cerrar, comenzar y continuar proyectos; formar una familia, algún día, quizás. Pasado algún tiempo más (decir corto o largo es muy relativo) voy a dejar este mundo y listo. Parece fácil, ¿no?

(Primero que nada quiero hacer la aclaración de que el escribir, entre otras cosas, me resulta como una suerte de diario, de modo que si retomo un tema ya tratado, lo siento, pero así me siento (así es, también con la cola en la silla).)

Toda mi vida traté de hacer las cosas bien. Muy probablemente haya estado siempre condicionado por la forma en la que me educó mi vieja, o los valores que me fueron enseñando mis hermanos y amigos por medio del Escultismo, en la Iglesia, o por el simple hecho de ser grandes personas. Hay una linda cantidad de ellos, y a muchos les habrá pasado lo mismo que a mi, supongo. A pesar de eso, no puedo evitar darme cuenta de que muchas personas que me parece deberían compartir algunos ideales, hacen las cosas muy diferentes a como las hago yo.

¿Qué está bien y qué está mal? Es una línea fina (aunque no tanto como algunos la dibujan), pero intento tomar decisiones y actuar acorde a lo que, creo yo, trae más felicidad a las personas que me rodean. Después de todo, ver a los que quiero felices me hace muy bien a mí. Y sin embargo, siempre hay algo que me jode. Me duele en el alma ver a un ser querido con dolor, pero por supuesto también me duele en el alma estar yo con dolor. Y me pregunto, lógicamente, como cualquiera haría: ''¡¿Qué onda?! Es decir, si le meto pata para adelante y pongo lo mejor de mí para aprender de mis errores, ¿por qué changos siempre meto la pata?'' O quizás no, ¿quién sabe? Hoy por hoy nos abomban de todos lados diciéndonos que hacer las cosas bien está mal, y que lo que nos conviene es lo fácil.

Me niego rotundamente. Estoy convencido de que hacer las cosas bien brinda más felicidad, a la larga. El camino más rápido no siempre es el mejor, nos cuenta Caperucita. Ahora bien, de a ratos me dan ganas de decir: ''Che boludo, pero...yo quiero ser feliz ahora, no a la larga. O sea, todo bien, pero yo me siento como el culo ahora, y no está bueno la verdad.'' Y aparecen los condicionales. ''Si hubiese hecho esto; si no hubiese dicho aquello; si me la jugara un poquito más; si tan solo me escucharan; si no me costara tanto; si me animara; si no fuera siempre tan sincero;si... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!! ''Frená un poco chabon. Te hace mal pensar tanto''. Cuántas veces habré escuchado eso. Perdón por el grito, por cierto, pero a veces hace falta.

En fin, estás pensando lo mismo que yo. Todas estas payasadas que estoy garabateando no tienen sentido alguno. Parece que me contradigo, incluso. O quizás no, y todo cobre sentido con el tiempo. Será cuestión de tiempo entonces. Tiempo para que las aguas se calmen; tiempo para madurar; tiempo para ver las cosas más claras; tiempo es lo que necesité para pasar de gatear a caminar, después de todo; tiempo es lo que me suele faltar; tiempo que a veces se puede inventar; tiempo para revisar mi corazón y evaluar mis acciones y pensamientos; tiempo, al cual etiquetar de corto o largo es muy relativo; tiempo de tomar decisiones; tiempo de jugármela, quizás no jugándomela; tiempo de ocupar la cabeza en otras cosas; tiempo de dejar de llenar mi cabeza para darle más importancia a cosas que realmente importan; tiempo de aprender, al fin y al cabo. ¡Eso es! Esa es la idea. Necesito darme tiempo de aprender a vivir...

martes, 22 de noviembre de 2011

Buenos Aires. Por Antonella Alfonsi


Se llega a una ciudad de amplia superficie. Las calles se muestran muy extensas, cruzadas entre sí, con diagonales que no tienen fin; muchas plazas, lugares en donde la población ocupa lugares de este territorio para compartir decisiones, opiniones, secretos, cosas que ocurren, de la vida cotidiana, como chusmeríos, etc.; una construcción de color llamativo y extraño a la vez, en donde se sitúa la máxima autoridad que dirige a un determinado territorio, que comparte decisiones con la población, entre otras cosas.
En algunas de las avenidas más importantes se encuentran edificios, como por ejemplo, una gran torre blanca de larga extensión, con una forma de rectángulo que se va afinando a mayor altura, terminando con forma de una pequeña pirámide, éste con motivo del cuarto centenario de la fundación de la ciudad. En otra de las avenidas más emblemáticas, se encuentra un gran edificio blanco, en donde allí los miembros de un organismo político se reúnen para debatir cuestiones de diversas índole, aunque generalmente con fines políticos.
Se encuentra una importante calle museo y un pasaje tradicional, de gran valor cultural y turístico. Este adquirió una importancia cultural debido a que está inspirado en la música de una famoso tango.
Esta ciudad se caracteriza por sus importantes construcciones que han tomado un valor significativo a lo largo del tiempo, y en el cual han guardado recuerdos de la vieja ciudad, hasta llegar a ser lo que hoy en el presente es.

Tandil. Por Melissa Guardia

              El hombre llega a la ciudad de Tandil sólo si recorre la extensa ruta que se encuentra a un costado de las montañas grises y los campos verdes poblados con alguna que otra vaca, que pastan en la inmensidad del paisaje, sobrevuelan algunos pájaros y de cuando en cuando cruzan las perdices delante de los ojos.   
              Es para aquél que busca en el corazón de Tandil la paz del Calvario, si uno recorre paso tras paso la subida que parece interminable, ve en cada descanso el padecer de un Hombre Divino, siente como a uno se le estruja el corazón pensando que dio la vida por todos.

¡Chau MIEDO!

De chiquito me encantaba decir que no le tenía miedo a nada. Me hacía sentir grande, o fuerte. Siendo todavía un nene, un poco más crecido, empecé a descubrir que ciertas cosas me generaban bastante inseguridad, como por ejemplo un silencio absoluto estando solo en la oscuridad. Con el tiempo aprendí a apreciar el silencio, y dejé de darle el gusto a la oscuridad, pero fueron surgiendo otras inseguridades.

Es cierto, digo inseguridades porque no me gusta demasiado la palabra ''miedo''. Será que las primeras son más fáciles de enfrentar, creo yo. Es decir, la confianza en uno mismo es difícil de lograr, pero es más que posible. Muchas veces esas incógnitas que aparecen están relacionadas con tal o cual proyecto. Dinámica como es la vida, estos proyectos van cumpliéndose, o transformándose de a poco, a medida que recorremos más camino. Un miedo, en cambio, suele ser algo que te frena, una especie de barrera de mucha inseguridad, se podría decir. Ahora bien, ¿qué tiene de malo el miedo en sí? Después de todo, nos ayuda a ser precavidos, a pensar dos veces antes de hacer algo. O más o menos.

Hace algunos años me pesaba el hecho de no estar ni haber estado de novio. Sentía que no era tan mal pibe, y que tenía mucho para dar a la persona que se animara a intentar descubrirlo, pero nadie se animaba. Poco a poco, de una mala pasada a otra, fui aprendiendo que no tenía que pesarme, porque ''será cuando tenga que ser''. Además, alguna vez una amiga me dijo que no tenía nada de malo mi situación, y que me imaginara ponerme de novio tan sólo una vez y para toda la vida. ¡Qué lindo! Desde entonces anduve relativamente tranquilo. Sin embargo, últimamente me hago un nuevo planteo: ¿qué pasa si hoy por hoy ansío tanto esa idea y es por eso que no presto atención a quien quizás esté queriendo animarse a conocer lo que tengo para dar? Si es que tengo algo para dar, por supuesto. Quizás me pareció tan linda esa idea que ahora me aferro a ella con tantas fuerzas que tengo miedo de comenzar una relación que no me lleve a ella. Tenés razón, es más que un juego de palabras. No me refiero a ''ella'' la idea, sino a ELLA.

Así es, tengo miedo. Perdón, porque va con mayúsculas: tengo MIEDO. Ya pasa de ser una inseguridad como podría ser la de no conseguir trabajo el día de mañana, una vez recibido; la de no llegar a recibirme, en primer lugar; o la de perder alguna amistad por puro cuelgue. De tanto querer comprometerme seriamente, parece que le tengo miedo al compromiso. Pero la tengo clara, ¿eh? Me encanta conversar y escuchar a los que necesitan un oído al que hablar acerca de sus relaciones, e incluso me gusta aconsejar. ¡Yo! ¡Dando consejos! Eso sí que es gracioso. Y es que es interesante la forma en que uno puede tener otra mirada acerca de una situación cuando no está involucrado. Ahí es que somos capaces de abstraernos y dar nuestra opinión para tratar de acercarnos al bien mayor que está en juego entre 2 o, generalmente, más personas. ¿O no es así?

En menos de 24 horas dos personas diferentes me dijeron que se me notaba el cansancio. No es común que se note, o que me lo digan, al menos. Y eso me hace saltar la ficha para darme cuenta de que si dos personas que no tienen la más pálida idea de todas las cosas que se me pasan por la cabeza ahora mismo, se dan cuenta de algo que creo no suele ser tan evidente, entonces personas que están más involucradas con tal o cual situación se deben estar dando cuenta de otras cosas que quizás yo intento guardar para mí, de momento. Es decir, es muy probable que no me salga. Y sí, soy un ganso. A tal punto de que el otro día caminando por la calle estiré los brazos, cerré los ojos, e imaginé andar volando entre nubes de algodón, otra vez. No me da miedo imaginarme volando, pero me paraliza la idea de pegar un salto al compromiso de una forma que aquellas personas a las que no quiero preocupar, seguramente se estén preocupando. Pero la tengo clara, ¿eh?

Nuevo planteo: este salto puede significar la ruptura de un sueño, o bien su cumplimiento. De cualquier forma, la cuestión no tiene mayor importancia de momento. Tengo tiempo hasta que se aparezca la oportunidad. ¿O no? ¿Qué pasa si mi oportunidad (ELLA) está delante de mis ojos y no me doy cuenta? ¿Qué hacemos entonces? A lo mejor tengo que dejar de cerrar los ojos, poner en práctica una mirada más profunda, y así poder pasar de imaginarme volando, a emprenderme en un vuelo real y pleno. Les pido ayuda. Digamos todos juntos: ''¡chau MIEDO!''

lunes, 14 de noviembre de 2011

Dulce Despertar

Tuve un dulce sueño. Soñé con un mundo fantástico. En él no había días húmedos, ni de calor ni de frío excesivos. Tampoco había gente maleducada. No había corrupción ni maldad en las personas. El dolor y el llanto ya no existían. Pasaba un rato con amigos todos los días, y nunca pasaba mucho tiempo sin ver a alguno en particular. Yo siempre tenía razón. Estudiar me resultaba fácil, y podía aprender a cantar y a tocar cualquier instrumento sin esfuerzo. No vivía con constante dolor de cabeza, y podía tener a todas las chicas que quisiera. Además, todas las personas me querían. Era un dulce sueño, pero no era más que eso.

Al despertar, la realidad me sacudió. Me encontré con un mundo en el que un día de calor, o uno de frío excesivo, nos ayuda a apreciar un poco más el invierno o el verano, respectivamente. Cada mañana es hermosa, haya o no nubes, y sobre todo en la Feliz. Un mundo en el que aprendemos los unos de los otros al ver en el de al lado el reflejo de cosas que nos gustan y también algunas que no nos gustan tanto. Este mundo nos enseña a los golpes lo lindo que es poder quedarse con lo bueno de las personas, y aún quererlas con todo lo malo que tengan. El dolor nos hace crecer, y el llanto nos quita pesos grandes de encima. Es un mundo en el que al no ver a seres queridos por un tiempo, empezamos a extrañarlos, para que el reencuentro sea más emotivo. Él nos demuestra que no siempre tenemos razón, algo maravilloso que significa que siempre podemos mejorar un poco más. Algo importantísimo es que nos señala que lo obtenido con esfuerzo y trabajo duro, con pasión y compromiso, siempre tiene un mejor sabor. Es un mundo en el que mi cuerpo y mi cabeza me avisan cuando me paso de vueltas, para descansar y después arrancar con más pilas. Además, descubrí que no quiero tener a todas las chicas, sino que quiero ser de una sola. Sobre todo, es un mundo que nos indica que para ser felices no hace falta que todos nos quieran, sino que alcanza con unos cuantos que nos amen con sinceridad.

Es curioso, porque de un mundo fantástico pasé a uno más aún maravilloso. De un dulce sueño, pasé a un más aún dulce despertar. O quizás tan solo yo sea el soñador.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Estrella. Por Francisco García Lópes

Estrella era una de las ciudades olvidadas por Dios. El infierno puro se desataba en la ciudad al igual que el fuego en el Sol.
Era una de esas pocas ciudades donde el egoísmo era generoso pero donde la persona más buena podía ser la más mala.
El pueblo estaba contenido por un río, donde, en las lejanías, se puede divisar un muro sobre él.
Nadie sabe por qué está allí. Pero bien se sabe que las aguas enviadas por el demonio son las aguas hirvientes que fluyen de la Tierra desde el centro de la misma.
Los pobladores de Estrella son callados, enigmáticos y un tanto misteriosos; no hablan, no piensan, no viven. Uno mismo se siente extraño conviviendo con ellos.
El calor era insoportable en Estrella: existe una hora en el día en la cual está prohibido salir a las calles. Quien se osara al Sol, moriría en el acto, y su alma viviría vagando por el mismísimo infierno y sus deseos no abandonarían la ciudad. Algunos dicen que las ambiciones son un engaño del propio hombre, las utilizan para calmar sus mas profundos miedos.
Quién sabe las bestias que habiten los alrededores de la ciudad, quién sabe los secretos que se oculten en la sombra; la oscuridad de la noche imposibilita verlos y la única luz nocturna proviene de las estrellas, las cuales le tienen un aprecio especial a la ciudad, pues de ellas proviene el nombre, aunque el Diablo se lo haya dado.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La ciudad de las ciudades. Por Matías Caporella

        Era un día tranquilo como tantos otros, sentado en mi sillón favorito mirando televisión. En uno de esos momentos inoportunos, empiezo a tener sueño..., pensé: "mejor me duermo antes de que mi mujer cocine"; me dirigí hacia mi cama con gran dificultad, me senté y me puse el despertador en media hora (por lo menos para estar a gusto).
        Después de una suave y larga siesta, me sentí como un joven (mejor de lo habitual). Raramente, no escuché el reloj, ¿a quién le importa?, ni siquiera vi a mi mujer. Me dirigí preocupado hacia la puerta y vi un resplandor bellísimo, alegre, lleno  de vida....avancé unos pasos para ver qué era, pero al darme vuelta ya no estaba mi casa... en fin... 
         El suelo era suave como un colchón de plumas, todo resplandecía con un blanco profundo... la gente, en  su mayoría anciana, vestía batas blancas y con coronas brillantes en su cabeza, en pocas palabras, no sé lo que vi pero sí sentí... una paz profunda, inmensa que inundaba mi corazón, una paz que me invitaba a quedarme... "como quien encuentra un lugar en el mundo".

lunes, 7 de noviembre de 2011

¡Sorpresa!

El otro día, perdido en mi mundo mientras se suponía que tenía que estar estudiando (suelo tener problemas de concentración de a ratos), pensaba en esas pequeñas cosas que desembocan en un cambio radical de alguna idea que quizás teníamos ''formada''. Por ejemplo: después de tanto y tanto escuchar que vivimos en un país de mierda, en el que la gente siempre se tira a chanta, busca sólo el bien propio y es desagradecida hasta con su madre, uno a veces empieza a creer partes de esa horrible mentira. Esto es, generalmente, cuando tenemos una mala pasada. Sin embargo, y de la nada, la persona que jamás habríamos imaginado que tenía esa influencia sobre nosotros, puede cambiar nuestro día. A veces es sólo una sonrisa, o una palabra de consuelo o aliento. Otras veces te dejan tonto al darte un regalo. Quizás puede ser tan sólo que caigas en cuenta que tu vieja es una grande por hacerte la comida todos los días, y se lo agradezcas. ¡Y listo! Rompiste el esquema; le demostraste a todo el mundo que está equivocado; demostraste que si alguien se juega por vos, no es en vano.

Y vos pensás: ''¿De donde sale este flaco con estas ideas?''. A veces, ni yo lo sé. Pero simplemente me asombra la capacidad de asombro que tiene el ser humano. Es decir, hoy iba sentado en el colectivo y un hombre al lado mío estornudó. Le dije ''Salud'', como solemos decir cuando alguien estornuda, y me miró con una extrañeza que no veía desde hace rato. Aunque, y es muy importante decirlo, esa mirada extraña no dejaba de ser cálida. ¡Claro! El tipo va tranquilo en el colectivo y al lado tiene un pendejo escuchando música con sus auriculares. Jamás esperaría que ese mismo pendejo tuviera un pequeñísimo gesto con él. Y he aquí que este hombre cambio mi día (no que viniese mal, pero fue esa vueltita de tuerca), porque yo no esperaba que él, que no esperaba que yo tuviera esa influencia sobre él, tuviera esa influencia sobre mí. Así que como seres humanos nos relacionamos muy íntimamente el uno con el otro, sin siquiera conocernos realmente. ¡Qué loco! ¡Qué lindo! ¡Qué asombroso!

Es curioso cómo a veces nos olvidamos de cuidar nuestros lazos. Pensamos que no hace falta decirle algo lindo a alguien especial, porque lo que sentimos es sabido por esa persona. O por ahí hace mucho que no vemos a alguien y lo/la extrañamos, pero no lo admitimos fuera de nuestros pensamientos. Tantas veces tenemos la idea de que si alguien pudiera escuchar todo lo que pensamos se horrorizaría, pero yo creo que, al contrario, podría morir de dulzura. De a ratos, parece, nos cuesta darnos cuenta de cuánto valemos. Metemos la pata por naturaleza, pero también por naturaleza somos buenos. A lo mejor, las personas que no parecen serlo, son así como resultado de no haber tenido quien se los recordase.

Así es que éste es mi (no pedido pero dado con gusto) consejo. No vivas cada día como si fuera el último, sino por el contrario, vivilo con la certeza de que hay más, y lo que hagas hoy por alguien, o por vos, puede tener muy buenos resultados el día de mañana. Nunca pierdas esa capacidad de asombro que puede convertir un día no muy lindo en uno memorable. Nunca ratonees una sonrisa, o una mirada dulce, porque suelen decir más que las palabras. No dejes, sin embargo, de decirle a tus seres queridos cuánto significan para vos. Nunca, pero nunca, olvides que sos muy importante. Porque, ¡sorpresa! Alguien te quiere.

lunes, 31 de octubre de 2011

¿Por qué las cosas son siempre tan difíciles?

Es una pregunta que una persona se hace por lo menos dos veces al año ante situaciones realmente complejas. ¿Qué sentido tiene buscar siempre la más complicada? ¿Acaso no andaríamos mejor tirándonos a chantas y buscando simplemente llevar una vida tranquila? La respuesta es un gran y rotundo ¡NO!

Somos seres humanos gente. Es parte de nuestra naturaleza el no conformarnos. Siempre queremos tener un poquito más; siempre queremos saber un poco más sobre tal o cual cosa; siempre queremos tener más amigos, o estar de novios; si estamos de novios queremos un noviazgo como el de...; siempre queremos una nota más alta; siempre queremos un trabajo mejor pago, o uno con jefes más piolas, o uno más apasionante; etcétera; etcétera; etcétera. Y no está mal, mientras no entre en juego la envidia. Es decir, y reitero, es parte de nuestra naturaleza el dar un paso más.

Pensando tan sólo dos segundos, ¿qué gracia tendría la vida si nos viniese todo servido en bandeja? O sea, si no tuviésemos que rompernos el lomo por nada, ¿qué sentido tendría seguir viviendo? La vida está pensada como un camino hacia la plenitud. La felicidad está en el camino, por supuesto, pero nuestra meta siempre está un poquito más allá. Somos muy cabeza-duras, y bien lo sabemos. Todo el mundo tiene errores y hay que aceptarlos, lo que no es nada nuevo, pero más cierto aún es que muchas veces esos errores nos avergüenzan y queremos superarlos. Cada uno conoce y va descubriendo sus virtudes y defectos, de modo que planificamos nuestras vidas para cultivar los primeros y reducir los segundos.

Hasta acá estamos de acuerdo pero, ¿por qué tantas piedras? Resumiendo, y es algo que no aprendí hasta hace poco, sería una incoherencia tener la virtud de la fortaleza si no existieran adversidades. Esas piedras nos hacen crecer. Esas piedras nos permiten construir nuevos puentes y rutas. Esas piedras que llevamos en la mochila son las que nos hacen desarrollar la paciencia y la fuerza para salir adelante. A veces son demasiado pesadas, y ahí es cuando tenemos que dejar que alguien nos ayude a cargarlas. Somos seres sociales, está en nuestra naturaleza.

Ahora bien, y aunque parezca mentira, de a ratos podemos experimentar un poco de esa plenitud que tanto perseguimos. Se llama servicio. Asumir esta tarea no es ser sirviente y dejarse usar, sino muy por el contrario, ser servidor y darse por amor. ¿Para qué, si yo quiero llegar a MI meta? Pues porque así como de una metida de pata aprendemos el doble al compartirla, una sonrisa y una mirada de ternura valen el triple cuando son respondidas. Nos cuesta muchísimo caer en cuenta de ésto, pero la verdadera felicidad propia que uno puede alcanzar, existe solamente en la medida en que tomemos parte para que otros sean felices. De la misma manera, el dolor que sufrimos hoy puede darnos las palabras de consuelo para el dolor de otro el día de mañana.

Entonces, ¿por qué las cosas son siempre tan difíciles? Pues lo difícil nos hace crecer, crecer nos da la posibilidad de acompañar a otras personas, y acompañar a otras personas nos hace felices. No es tarea sencilla. Este acompañamiento muchas veces nos exige más de lo que pensamos. Pero cuánto más vale un servicio si requiere sacrificio. Es hermoso descubrir que mientras más cuesta ayudar a alguien, tanto más vale el esfuerzo, y más sentida es la respuesta, que a veces puede ser tan sólo un silencio. No hay mayor satisfacción que dar la vida y ver una lágrima de alegría.

El servicio es un llamado, una vocación. Es para todos, pero algunos tienen la dicha de vivirlo más intensamente. Yo deseo ardientemente esa dicha. Ya de chiquito hice la promesa (promesa que reformulo de vez en cuando) de servir siempre al prójimo. Trato de cumplirla, y aunque a veces me distraiga o me niegue, siempre aparecen indicios de este fascinante llamado. No es impresión mía, sino que todos podemos escucharlo, prestando atención a los detalles. Es parte de nuestra naturaleza.

Ayer fui a donar sangre. Desde hace años pensaba hacerlo regularmente una vez cumplidos los 18, pero soy muy colgado y había ido una sola vez. Fui con un amigo que desgraciadamente se quedó con las ganas por culpa de unos mates. Una vez llena la bolsita, la enfermera me preguntó si conocía mi tipo de sangre y yo le respondí: ''0 Rh+''. Al analizar una muestra, se sorprendió. Revisándola de nuevo hasta estar segura, me dijo que no es así, y que de hecho tengo 0 Rh- (es decir, soy dador universal). Toda mi vida pensando una cosa para enterarme ahora que es otra, justo cuando necesitan donantes de este tipo de sangre para un nene de cuatro años. Al rato, reflexionando, pensé: ''¡Carajo! O sea, ¡qué alegría! Realmente llevo el servicio en la sangre''. Y no pude evitar reír.

lunes, 24 de octubre de 2011

Breve Carta Para Vos

Es tu abrazo el que me guía. Ese abrazo sincero. Ese abrazo inevitable. Ese abrazo gigantesco en el que entregás tu vida por Amor.

No buscás otra cosa que mi felicidad, y eso es lo que más me duele cada vez que meto la pata y/o me alejo. Realmente no entiendo qué ves en mi. Quisiera encontrar la forma para que ya no sufras por mi culpa.

Cada día pienso en vos y me pongo en tus manos. Confío en que querés lo mejor para mí, y sé que sos capaz de conocer lo profundo de mi alma tan sólo a través de una mirada.

No encuentro las palabras para agradecer tu forma de ser, tu ternura, y la manera en la que entrás en mi vida para robarme sonrisas. Sos la fuente de mi felicidad.

A veces me cuesta confesarlo, pero quiero vivir con vos a mi lado, hoy y siempre. Mi vida es tuya...

lunes, 17 de octubre de 2011

Vueltas en la Cama

Es curioso que la vida, más allá de las heridas,

aprovecha cada pena para darte una alegría.

Yo ya perdí la cuenta de todas las vueltas

en que me sentí perdido y terminé realmente sorprendido.

Quizás es mi punto de vista porque soy un optimista,

pero aunque no todos lo admitan, al Amor nadie lo evita.

Yo no sé lo que es estar de novio o en pareja;

no sé lo que es cumplir un mes o cuarenta.

Sin embargo, y sin dudarlo, tengo la certeza

de que la espera valdrá la pena.

Tengo amigos y conocidos, y a algunos los he perdido.

Tuve desacuerdos y discusiones; tuve caprichos y papelones.

A fin de cuentas, creeme, eso no es lo que te queda.

Si un afecto te consuela, ya no te importa el resto.

Un fracaso te enseña, y dos te hacen maestro.

Aunque un mal rato te pueda hacer sufrir,

sostené alto tu bandera y no te dejes deprimir.

Lo lindo de buscar la base de un arco iris

no es encontrar la olla al final,

sino apreciar el viaje y la locura de soñar

que bien o mal acompañado, algo mágico puede pasar.

Así que a disfrutar la espera y que no nos gane la pena.

Si una única cosa sé es que por algo al mundo venimos

y cada día que vivimos seguro tiene un sentido.

Si las cosas no son distintas, por algo será.

Quizás no nos conocemos, o quizás nos buscamos mal.

Quizás te duela quererme, y quizás me quieras igual.

Como sea, dulce mía, hoy te vengo a confesar

que te escribo por insomnio y por pensar

que de todas las dichas que haya, tu abrazo es la que anhelo más.

lunes, 10 de octubre de 2011

Pista I

Empezaba a caer la noche. El horizonte, mientras el sol se ocultaba, tomaba un tono violáceo o rosa muy particular. Se levantaba viento frío, de esos que logran atravesar cualquier prenda de ropa y llegan hasta los huesos para ponerle a uno la piel de gallina desde los pies hasta la nuca con un temblor. Cuando el último indicio de sol desapareció, sin embargo, el ocaso se transformó en una noche muy estrellada de pocas nubes, y la luna brillaba con todo furor.

''Hoy es el día'', pensó él, ''Si no tomo el riesgo ahora, me voy a arrepentir por siempre''. Era extraño. Siempre había tenido problemas para confesarle sus sentimientos a las mujeres por las que había caído enamorado, pero en esta ocasión sentía que era una cuestión de vida o muerte. Con una sonrisa robada por la luna, dio el primer paso bajando de la vereda a la calle y comenzó a caminar.

A medida que las cuadras pasaban, su cabeza daba miles y miles de vueltas, imaginando cientos de posibles conversaciones que harían perfecto al momento. ''Si le doy primero un abrazo y luego la miro a los ojos, quizás no haga falta decir nada. Pero, ¿cómo consigo que me de ese abrazo?'' En el fondo sabía que las posibilidades de que todo saliera como él deseaba eran de lo más remotas, pero a veces no podemos evitar aferrarnos a las mínimas esperanzas que palpitan en el pecho, más que en la cabeza. ''¿Y si no está en su casa? ¿Qué hago si justo salió? No me voy a animar otro día. Pero tiene que estar. Yo sé que está''.

Cada paso era como correr persiguiendo a un tero: nadie más que el que lo hace entiende la razón de hacerlo. Pero el movimiento era también cada vez más ligero, como si una cierta urgencia lo apresurara. ''Ya llegamos, ya llegamos. Unos metros más y otra cuadra y la encaro''. Pero al girar en la esquina quedó paralizado al...

''Toc toc toc'', sonó la puerta, y levantó la vista. Volvió la mirada al libro y siguió leyendo.

Pero al girar en la esquina quedó paralizado al ver el edificio en llamas...

''Toc toc toc''. -Dale boludo, abrime que me estoy cagando de frío.

Se levantó y abrió la puerta. -¿Contento? Me hiciste perderme.

-Uh, perdón. ¿Qué estás leyendo? ¿Ta bueno?

-No sé bien que es. Lo encontré en una caja que tenía cosas de mi viejo. Le falta la tapa, así que no sé ni como se llama, pero está interesante la cosa.

-Mirá que loco. Metele pila entonces. Viste que dicen que a los libros viejos no hay que dejarlos por la mitad porque te pueden pasar cosas raras.

-¿Quién dice eso?

-Que sé yo. Dicen por ahí.

-Jaja, sos un ganso. ¿Hablaste con los chicos? ¿Qué sale al final?

-Sí, hablé, pero viste cómo son. Ahora le caemos todos de sorpresa a alguno y vemos qué pinta. ¿Te prendés?

-Dale. Vos andá yendo y me mandás un mensaje para decirme donde caigo. Yo me pego una ducha, hago un par de cositas y voy.

-Buenísimo. Nos vemos en un rato.

Así fue. Se bañó, se afeitó y se preparó un café con leche. Después de comer unas galletitas y cepillarse los dientes, le llegó el mensaje. Estaba listo para irse, pero el celular estaba al lado del libro, y le picó la curiosidad.

-¿Dónde estábamos? Ah, sí, acá.

''Ya llegamos, ya llegamos. Unos metros más y otra cuadra y la encaro''. Pero al girar en la esquina...

''Clic''. Se cortó la luz.

-¡Me estás jodiendo! Bueno, fue. Lo termino otro día.

Se levantó, manoteó la campera, y alcanzó la puerta chocándose una silla. Al cerrar la puerta sintió ruido de pasos dentro del departamento. Se le erizó la piel.

-Ya me estoy volviendo loco. Tengo que dormir más. Mañana no salgo y listo.

Cerró con llave y empezó a caminar hacia lo de su amigo. Cuando estaba por la esquina le pareció escuchar un llanto proveniente de su casa, pero lo atribuyó nuevamente al sueño.

Como suele pasar, al caer de sorpresa no hubo demasiado quórum. Esa noche no abría nada para ir a bailar, y tampoco tenían tantas ganas de salir. Terminaron siendo los mismos seis de siempre jugando unos trucos, tomando unas cervezas y riéndose a carcajadas de chistes internos. A eso de las 4 decidieron irse cada uno por su lado. Dos se fueron con sus respectivas novias; uno ya se había tirado a dormir en la cama del hermano del dueño de casa; el dueño de casa se fue a dormir apenas lo despidió a él; otro se tomó un remis. Él, por su parte, no tenía tanto sueño, ya que el café con leche había hecho efecto, por lo que pensó que podría terminar su cuenta pendiente con el libro.

La noche estaba muy fría, pero al menos no había humedad. Al levantar la cabeza y ver ese sin fin de puntitos brillantes en el cielo oscuro, pensó que sería lindo apreciarlos acostado un rato en el banco de una plazita, y no se equivocó. Estuvo cerca de media hora tan sólo observando, y pensando en las cosas que le andaban pasando esos días. La facultad lo estaba consumiendo bastante y ansiaba que llegaran pronto las vacaciones. También pensaba que sería interesante conseguir trabajo por la temporada, para no generarle tanto gasto a sus padres. Por otro lado, no dejaba de pensar en esos ojos que lo habían flechado hacía una semana. Pensó que el miércoles podría ir a tomar mates y charlar un rato. Quizás pasaba algo más que sólo charlar, ¿quién sabe?

Disfrutó del momento al máximo, pero cuando empezó a temblar por el frío se dio cuenta que era tiempo de volver al departamento. El efecto del café ya se había ido, y empezaban a pesarle los párpados. Se dijo a sí mismo que sólo faltaban dos cuadras y una escalera, lo que le dio fuerza para unos pasos más. Pero al girar en la esquina se quedó paralizado al ver el edificio en llamas...

Pestañeó dos veces, se pasó las manos por los ojos y miró de nuevo.

-¡Uh! Fue un delirio nomás. Por algo hace rato no tomaba.

Soltó una risa cortada y siguió caminando. Tuvo un escalofrío al pasar por el poste de luz que titilaba, porque escuchó nuevamente el llanto de hacía unas horas, pero al quedarse quieto un minuto volvió a convencerse que eran efectos del sueño. Sacó las llaves y abrió la puerta. Se sacó la campera y prendió la luz, que ya había vuelto. Pegó un salto y sintió cómo su pecho se agitó al ver a un joven de su edad sentado en su cama mirando el libro.

Se pasó las manos por los ojos y sacudió la cabeza, pero el joven no se fue. Pensó en pellizcarse, pero era muy real para ser un sueño. Recordó las palabras de su amigo. Con el corazón en la boca se atrevió a preguntar.

-¿Quién sos? ¿Qué hacés en mi casa?

El joven levantó la cabeza y le dirigió la mirada. Tenía los ojos vidriosos, y unas lágrimas rodaban por sus mejillas.

-Era el amor de mi vida. Lo sé. Nunca voy a entender cómo empezó ese fuego. Nunca voy a entender por qué la vida me la quitó. Cuando vi el edificio en llamas no pude moverme por cinco minutos. Todo lo que había pensado, todo lo que había soñado...se había esfumado de un momento a otro.

Él no podía creer lo que estaba viendo. El joven le recordaba un poco a él mismo.

-Ahí entendí que ya nada importaba, así que fui corriendo hacia el edificio. Tenía que encontrarla. Tenía que salvarla. Los bomberos me dijeron que no entrara. Me dijeron que si había alguien adentro ya no había caso. Quisieron detenerme, pero me solté y entré corriendo. Casi no había aire, y el que había me quemaba la garganta. Pero tenía que encontrarla. Subí como pude las escaleras, y me horroricé al ver a un hombre muerto, con una viga prendida fuego sobre su espalda. Pero tenía que salvarla. Llegué a su departamento y me quemé con la perilla. Fue estúpido querer abrirla, lo sé, pero no estaba pensando bien. Ya nada importaba, sólo quería encontrarla. Le di una patada a la puerta y se vino abajo. La busqué en su cuarto, pero no estaba. Me fijé en el baño, y tampoco. Revisé cada rincón de la maldita casa, pero no la pude encontrar.

Las lágrimas ya eran un flujo constante sobre el rostro del joven, y al llegar a su barbilla caían pesadamente al suelo.

-Ahí corrí hacia el balcón. Quizás estaba tratando de escapar por el techo. Y cuando giré la cabeza al fin la vi, colgada con una mano de la cornisa. Su mano se soltó y empezó a caer. Me lancé corriendo y la agarré. La miré a los ojos y le dije que la tenía, que ya no tuviera miedo. ¡Pero no fui fuerte! Intenté con toda mi voluntad levantarla, pero la falta de aire me había debilitado, y mis brazos no respondían bien. Le dije que no se soltara, que trepara por mi, que todo iba a estar bien. Ella sabía que estaba mintiendo. Sus ojos siempre podían leerme más allá de cualquier cosa que dijera. Y empezó a resbalarse.

A esta altura cada palabra que el joven pronunciaba se oía entrecortada, y su llanto era inconsolable.

-Empezó a resbalarse, y no pude hacer nada. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no fui fuerte?! No pude sostenerla, y nunca nada me dolió tanto como esa última mirada. Pero tuve que girar la cabeza. No pude verla chocar contra el piso. Habría sido demasiado.

El joven se llevó las manos a la cara y siguió llorando unos minutos. Él también se había emocionado, y no podía entender lo que estaba pasando, pero seguía inmóvil.

-Lo último que recuerdo es que unas personas gritaban desde la calle que saliera del edificio, y que el balcón se desprendió. ¿Ahí es que morí, verdad?

Él no supo qué decir. Todo era demasiado real. El joven, secándose unas lágrimas, lo miró fijo a los ojos y le dijo.

-Pero por tu expresión puedo decir que no lo sabés. No quisiste terminar de leer mi historia.

El rostro del joven cambió radicalmente de mostrar dolor a mostrar odio, y se acercó hacia él.

-¡Esperá, esperá! ¡Yo traté de terminarlo, no fue mi culpa!

Pero el joven no parecía escuchar nada y lo levantó del cuello.

Se despertó más sobresaltado que nunca. Miró hacia todos lados, tratando de entender algo de lo que había sucedido. Estaba en la plaza, y ya aparecían algunos indicios del amanecer. Después de todo, sí había sido un sueño. Pero había sido tan real...

Se tomó 5 minutos sentado en el banco para tranquilizarse, y fue lo más rápido posible a su departamento. Entró conteniendo el aire y lleno de temor. Respiró nuevamente al ver que el joven de su sueño no estaba. La silla en el suelo; la taza sucia; el libro en la cama; todo estaba exactamente como lo había dejado. Enseguida se acostó y se propuso terminar de una buena vez el libro.

''Ya llegamos, ya llegamos. Unos metros más y otra cuadra y la encaro''. Pero al girar en la esquina quedó paralizado al ver el edificio en llamas... Una presión enorme le apretó el pecho, pero al fin fue corriendo para encontrarla. Preguntando por aquí y por allá, se sorprendió al escuchar su nombre. Volteó, y ahí estaba, con sus bolsas del mercado. Pegando un salto la abrazó como jamás había abrazado a nadie, mientras ella soltaba las bolsas para hacer lo mismo.

Así continuó leyendo y llegó a la última página. Ese libro resultó ser un borrador que había escrito algún amigo de la familia acerca de cómo se habían conocido sus bisabuelos. A continuación estaba escrita la historia de sus abuelos, y luego la de sus padres. Quedaban aún muchas hojas en blanco.

Unos días después su madre le explicó que era una suerte de reliquia familiar. Él le comentó todo lo que había experimentado con lujo de detalles, y mencionó lo que su amigo le había dicho acerca de los libros viejos.

-Y en parte tiene razón –dijo su madre sonriendo-. No es correcto dejar libros, ni ninguna otra cosa, por la mitad. Pero tampoco te dejes llevar tanto por lo que dicen los demás. Es mucho más importante saber que nadie conoce, ni te puede decir, qué es lo que sigue en tu vida. Ni siquiera alguien en un sueño. Y éste es el sentido de nuestro querido libro. Ese libro cuenta tu historia, cómo es que hoy estás acá, fruto del amor. Puede ser que te equivoques muchas veces, y llegues a arrepentirte de algunas cosas. Puede ser que pases por muchos momentos de dolor. Pero cuando no te sientas fuerte, cuando sientas que metiste la pata hasta el fondo, recordá que dejarte caer por completo o retomar el camino, es una decisión tuya. Nadie puede determinar tu desenlace, porque a fin de cuentas, vos sos el único capaz de escribir esas páginas en blanco.

lunes, 3 de octubre de 2011

¿Quién entiende al corazón?

En octavo año, creo, con los chicos habíamos propuesto un proyecto para la feria de ciencias que trataba acerca de cómo influía la música en la forma de hablar, de vestirse y en las compañías de un adolescente o joven. Por supuesto no nos esmeramos demasiado para ganar, pero la profesora nos dijo que la idea era buena, por lo que siempre la tuve presente. Ahora bien, no creo que ninguna de esas cosas determine a una persona.

Tuve que jubilar a mi celu viejo. La batería se descargaba en menos de un día; cuando recibía o hacía una llamada se me apagaba; no me almacenaba mensajes en la casilla de salida; la casilla de entrada se me llenaba con 12 mensajes; de a ratos se apagaba solo porque sí. En fin, parece que se había enojado, y como surgió la oportunidad de cambiar el equipo manteniendo el número a un precio relativamente económico, lo hice. Tiene chiches que no me solían llamar la atención, pero aprendí a darles uso. Fundamentalmente, ahora escucho música con los auriculares (que siempre pensé podían ser un factor de indiferencia) en viajes de 15 minutos o más. Además, me llegó de arriba una campera de jean, cosa que yo nunca había usado, y me gustó, por lo que también empecé a darle uso. De a ratos hago un chiste diciendo que me estoy volviendo careta.

¿Qué tiene que ver ésto con la forma de ser de una persona? Puede ser que nada, pero tantas cosas juntas me hicieron entrar la duda de si estoy o no cambiando mucho, porque me siento un poco diferente. Hace unas semanas, sin razón aparente,volví a plantearme cuándo había sido la última vez que lloré. Es la misma pregunta y la misma respuesta: no lo recuerdo. Ahora, sin embargo, fui más lejos y quise llegar a la raíz del por qué. Por un lado, supongo que es bueno no tener motivos para llorar. Por el otro, no deja de surgirme la duda si es que de alguna forma me estoy enfriando, por decirlo así.

Teniendo una muy linda charla (de esas que hace rato no tenía) con una amiga, no llegué a ninguna conclusión concreta, porque a pesar de darme cuenta que muchas cosas me siguen moviendo internamente, tengo la sensación de que algo no está del todo bien. Quizás es sólo que suele ser más fácil sentir la Presencia en momentos de dolor. ''Entonces no debería preocuparme demasiado'', pensé, ''debe ser cosa de momento''. Pero como soy un ganso quise buscarle la vuelta.

Me di cuenta que un factor común, que ni se acerca a ser la totalidad de lo que marcan las situaciones que viví en los últimos años, pero no deja de pisar fuerte, es el enrosque de corazón. Un gran problema que tengo yo es que soy de engancharme mucho con una persona, y si las cosas no salen como a mi me gustaría en el momento, termino dolido. Si ese era el tema, buenísimo, porque de tantas veces (¿tantas veces?) que me pasó, crecí y aprendí a tratar de no enroscarme. Y las cosas, dentro de todo, en casi un año de relativa tranquilidad, me venían saliendo bien así. Por lo tanto, supongo que si cambie en algo, no es nada de lo que preocuparse.

Pero soy un ganso, a tal punto que la otra noche mientras caminaba cerré los ojos y estiré los brazos, pensando que volaba. Así que no me conformé, y quise seguir dando vueltas. Me propuse averiguar en pequeñas cosas si me estaba o estoy volviendo una persona tan diferente. La respuesta, a fin de cuentas, es que no, porque sigo saludando al colectivero al subir, y dejando el asiento en el camino; sigo tratando de encontrar algo particular en cada viaje y en cada día; sigo teniendo sueños totalmente delirantes pero muy graciosos; sigo mirando al cielo sonriendo al ver una noche despejada o nubes con formas que invento. En fin, sigo siendo un loco sano (es decir, feliz).

Y ahora pasé por una semana en la que las cosas no me salieron bien, en la que no me sentí pleno. Y termino cayendo en cuenta que si no son las pequeñas cosas, el problema es que había pasado mucho tiempo sin engancharme. Y me doy cuenta que de tanto buscarle la vuelta a una situación tan particular, caí de nuevo en el enrosque, sin comprender bien por qué, si es que estaba contento como venía. Y aunque trato de verlo como una nueva oportunidad de alcanzar un anhelo, lo cierto es que tengo un poco de miedo. Pero bueno, ¿quién entiende al corazón? Quizás es hora de tomar el riesgo y echarme a volar.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Alejandra Pizarnik y la Literatura del Mal. Por Yadia Parada

sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre”
(Pizarnik)

La idea de trascender a la muerte, de perdurar, de algún modo, por medio de la escritura ha sido desvelo e incesante materia para muchos escritores. Hubo algunos, como por ejemplo Ernesto Sábato, para quienes la escritura encarnó las más urgentes necesidades: una forma de "resistir" la miserable existencia1, borroneando apenas, atisbando aquello que resulta peligroso por ser indecible. A la vez, aquellos otros para quienes no hubo conjugación posible. A partir de allí, podríamos cuestionarnos por qué Alejandra Pizarnik se sintió fascinada por un personaje que hizo de la muerte su obra-antídoto contra la muerte.
No de otra inquietud se parte para intentar realizar un acercamiento a La condesa sangrienta2, desde una perspectiva que lo entroncaría con la llamada “Literatura del mal”, puntualmente la línea Sade-Lautréamont3, filiación a partir de la que se intentarán desarrollar algunos puntos de contacto y zonas de distanciamiento.
En el texto de Pizarnik se presenta, primeramente, un malestar de clasificación, puesto que la hibridez genérica3 del texto imposibilitaría hablar estrictamente de un ensayo, un poema en prosa, una novela -o nouvelle-, o una biografía, ya que este texto supera, amplía y hace estallar cualquier intento de encasillamiento nominal4. Problema no menor, cuya consecuencia inmediata la encontramos a la hora de intentar observar quién es esa voz a través de la que nos llegan, con una inocultable fascinación, los datos de una condesa asesina. Con respecto a esta problematización, puede apreciarse cómo la figura del crítico, narrador, lector, autor ficcionalizado y traductor se difuminan confundiéndose5. Esto hace pensar en una zona híbrida donde no solo el género discursivo sino también el sujeto hablante pierden su unicidad para, partiendo de lo fragmentario, esbozar ese espacio otro que el lenguaje poético abre a través de la lógica del habla6. En este sentido, podría pensarse a esta voz híbrida en relación a la concepción barthesiana sobre el deseo de escritura que suscita una determinada lectura, en este caso la lectura del texto de Penrose7.
Asimismo, en este texto convergen varios factores que, simultáneamente, configuran al personaje sobre el que se relata. En primer término, la condición de personaje histórico de Erzébeth Báthory, condesa húngara del siglo XVI, cuya mitificación o veracidad en cuanto a la fama de su conducta sádico criminal8, está lejos de ser indagada o cuestionada por la voz que, en el texto de Pizarnik, narra la serie de modalidades de tortura que practicaba la condesa9. En segundo lugar, dicha condesa emerge del texto de Valentine Penrose como personaje literario, del cual se apropia Pizarnik, en su función autoral, para re-elaborarlo y re-texturizarlo en su versión, desde una mirada extremadamente estetizante. Es decir que el personaje en el texto pizarnikiano se va configurando desde una reelaboración de distintos materiales: del personaje histórico, de los documentos y versiones sobre él, del personaje literario del texto de la autora francesa y de modelos estéticos de diferentes tradiciones literarias.
En este sentido, la configuración del personaje a partir de referencias culturales, que estetizan, estilizan y “descarnan”10, y a la vez, de relaciones intertextuales con la tradición literaria gótica, se observa, por ejemplo, en la comparación de la condesa con la protagonista de la Danza de la Muerte de las viejas alegorías (286); en las descripciones de la condesa, mixtura de la melancólica -como figura del siglo XVI11- y la mujer fatal, la vampiresa: la sombría y la hermosa dama se parece a la alegoría de la melancolía que muestran los viejos grabados (291); de palidez legendaria, de ojos dementes, de cabellos del color suntuoso de los cuervos (282); la dama nocturna (285); la hermosa alucinada; los ojos lóbregos de la condesa (286).
De esta manera, se observa la descripción de la condesa como alguien que desea inmovilizar su belleza (291) eternamente, lo que la lleva en muchos momentos a su propia inmovilidad física, a la espera pasiva y aletargada. Esta búsqueda de eternidad puede plantearse en relación con la figura del vampiro, siendo éste un ser inmortal, lo que mantiene intactas su juventud y belleza. El vampiro se caracteriza porque no es un ser viviente pero tampoco ha ingresado en el mundo de los muertos12, cuya alimentación a base de sangre humana aparece trocada, en la historia de la condesa, por baños de sangre: ponderó las excelencias de la sangre de muchachas para someter al demonio de la decrepitud (292). Ambas ceremonias -chupar la sangre y bañarse en ella_, con un mismo y claro objetivo, el de la autoconservación de la vida y, junto con ella, su más preciado tesoro: la juventud. Se hace referencia aquí a la idea de acto como ceremonia, puesto que el ordenamiento de las torturas que inflinge la condesa evidencia cierto carácter ceremonioso o ritualista. Es así como el rito aparece como una forma de planificación13. Este factor lo pone en relación con la sistematización del acto voluptuoso en los textos sadianos. En ésta subyacen tanto el principio de repetición del acto, como el principio de continuidad14 -de conservación de la energía- que lo garantiza15.
Entre otros elementos que vincularían a la condesa con la típica conducta del vampiro, podemos observar el entrar en acción a la noche, cuando la luz, la visión y el poder de la mirada quedan suspendidos16, expresado así en el texto de Pizarnik: De haberlo querido, hubiera podido realizar su “gran obra” a la luz del día y diezmar muchachas al sol, pero le fascinaban las tinieblas del laberinto (294). Cabe observar que en este pasaje aparece explícita la concepción del crimen como “gran obra”, es decir, como un artefacto artístico cuyo valor estético lo vuelve digno de contemplación, concepción que será uno de los fundamentos de las conductas de la condesa. Así, al igual que en los textos sadianos, el hecho de recluirse para poder actuar libremente y lejos de la mirada censuradora de la sociedad, implica la idea de que los más grandes excesos del hombre exigían el secreto, la oscuridad del abismo, la soledad inviolable17.
A su vez, el acto de penetración de la víctima con dientes caninos18 es reproducido por la condesa, tanto cuando muerde frenética como cuando clava agujas (284). Tanto el acto de morder como el de clavar agujas a las jóvenes víctimas tienen una vinculación con la función simbólica del falo, que en este caso podría verse en relación con la concepción del poder y del tener19.
Sin embargo, una abismal diferencia separa a la condesa del legendario personaje de Bram Stoker -cuyo mito es, según Rosemary Jackson, quizás la máxima representación simbólica del erotismo20-, diferencia que es el punto neurálgico de su desvelo y su crimen: la condesa envejece inexorablemente. Como explica Robles21 acerca de este tema, ni siquiera era posible saciar su sed de sangre, a diferencia de un vampiro (...) porque se diferencian esencialmente en que el sádico repite sus crímenes no por hambre, sino porque no consigue su objetivo: hacer duradero. auténtico, verdaderamente suyo, el goce.
Por otra parte, su sed de sangre la vincula también a otro antihéroe siniestro de la imaginería gótica: el hombre lobo, mediante la alusión a sus gritos de loba (286) y a los diente de lobo del escudo familiar (287). Las vinculaciones que se establecen entre el personaje de la condesa y estos personajes siniestros -el vampiro, el hombre lobo- pone en evidencia la concepción del ser dividido, no unívoco, en cuyo interior reside el mal. De esta manera, al igual que en los textos sadianos, se observa el nuevo surgimiento de una subjetividad atea concebida como fuerza sin rostro que manifiesta detrás de las máscaras y de las figuras delimitadas del placer, algo informe, inquietante y extraño, es decir, el monstruo22. En relación a este tema, en el texto de Pizarnik, la voz narradora alude al personaje de la condesa como una prueba más de que la libertad absoluta de la criatura humana es horrible (296). La misma idea -a propósito de Los Cantos de Maldoror, de Lautréamont-, es explicitada por Gastón Bachelard, al expresar que es una poesía de la violencia pura, una poesía que se maravilla con las libertades totales de la voluntad23.
Por otro lado, al mencionada configuración de los personajes a partir de referencias culturales e intertextuales se evidencia también en el caso de Darvulia, aludida como “la hechicera del bosque”, la que nos asustaba desde los libros para niños (292), así como en el caso de Dorkó y Jó Ilona, dos viejas sirvientas, dos escapadas de alguna obra de Goya (294)24.
Asimismo, el espacio en el que transcurren las torturas, el castillo medieval (282), inscribe al texto en la línea de la tradición de la literatura gótica, caracterizada como una literatura de irracionalidad y terror25. Al igual que en ésta, las descripciones del castillo en el texto de Pizarnik ofrecen la imagen de una atmósfera opresiva y nauseabunda, de un espacio enclaustrado en donde la ausencia de contacto con el exterior está en consonancia con la imposibilidad de las víctimas de salir de él, así como de escaparse del destino trágico que les aguardaba en manos de la condesa. Puede observarse la siguiente descripción como ejemplo de la representación del castillo como imagen del horror gótico de la falta de escapatoria26: (...) castillo que Erzébet Báthory amaba por su funesta soledad de muros que ahogaban todo grito. El aposento de la condesa (...) olía a sangre así como el subsuelo a cadáver. (...) le fascinaban las tinieblas del laberinto (...) que significa el lugar típico donde tenemos miedo; el viscoso, el inseguro espacio de la desprotección y del extraviarse. (293)
En otro orden de cosas, si bien este texto podría leerse como una posible traducción o reescritura27 del texto que lo antecede, está mediatizado por una mirada -y una voz- cuya perspectiva particular lo distancia del anterior. Esta mirada elabora a su protagonista desde una valoración estética, concebida como belleza puramente28 A su vez, la voz narradora introduce el texto a partir de valoraciones altamente positivas acerca del texto de Penrose, justamente por haber logrado captar la belleza esencial de la historia de la condesa, relegando el lado macabro al plano de lo obvio y, en consecuencia, a lo estéticamente improductivo: La perversión sexual y la demencia de la condesa (...) Penrose se desentiende de ellas para concentrarse exclusivamente en la belleza convulsiva del personaje. (...) juega admirablemente con los valores estéticos de esta tenebrosa historia (282).
La concepción de la belleza, ya desde el primer epígrafe, se delimita en el ámbito de lo corporal en primer término, y luego en el ámbito de la actividad a que estos cuerpos sometan o sean sometidos. En este sentido, adquieren absoluta preeminencia los postulados de belleza y juventud29, como condiciones excluyentes que deben poseer tanto las víctimas como la soberana: ...la siniestra hermosura de las criaturas nocturnas... (282); ...nadie podrá desanudar el cuerpo vivo del cuerpo de hierro, ambos iguales en belleza... (283); ...muchachas altas, bellas y resistentes (285); ...la hermosa alucinada... (286); ...la sombría y hermosa dama... (291).
A partir de allí, se observa un distanciamiento con la obra de Sade, en cuanto a la concepción de la belleza en relación al goce. Así, en el caso de los personajes sadianos, el goce aparece en la instancia filosófica de disertación acerca del acto perverso -llámese crimen, acto de sometimiento sexual, de autosometimiento a la violencia-, instancia sin la que el acto mismo carece de sentido. Para el texto sadiano, resulta más apropiado el concepto de voluptuosidad que el de belleza, de relevancia, no obstante, en el texto pizarnikiano. Voluptuosidad que encierra en sí una paradoja, puesto que para el erotismo sadiano no hay mayor voluptuosidad que razonar30 el crimen a sangre fría. En este sentido, se presenta un necesario entramado de cuerpo y palabra, al que Barthes alude como pornograma31.
Por el otro lado, en el caso de la condesa, el goce reside mayormente en una instancia contemplativa de la estética corporal -belleza siempre asociada tanto a lo obsceno como a la muerte-. La idea del goce por medio de la contemplación estética, ya sea de un cuerpo bello trabajando desnudo o manando sangre, se resumiría en el texto cuando se alude a los cuadros vivos (278). En cuanto a lo obsceno, puede observarse que esta categoría atraviesa el texto inscribiendo lo sexual de una manera no totalmente explícita, sino que aparece como algo referido, aludido, velado32. Así, mientras que en los textos sadianos y en el texto de Lautréamont aparecen escenas de sexo explícito -ya sea entre seres humanos en los primeros, o bien entre Maldoror y un tiburón hembra, en el segundo33-, sin embargo en el texto pizarnikiano no aparecen sino meras alusiones al acto sexual. A su vez, las alusiones a los cuerpos desnudos, y más específicamente, a las partes sexuales solamente femeninas, aparecen en relación a torturas que no necesariamente implican la concreción se acto sexual. Como ejemplo de ello podemos observar: ...si alguna joven se desvanecía demasiado pronto se la auxiliaba haciendo arder entre sus piernas papel embebido en aceite (285); ...empleaba el atizador, con el que quemaba, al azar, mejillas, senos, lenguas... (287).
La instancia contemplativa, en este texto, puede observarse a través de una gran cantidad de verbos de percepción presentes y reiterados, todos referidos a la condesa: sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar (283); La condesa, sentada en su trono, contempla (283); La condesa contempla desde el interior de la carroza (284); (Darvulia) le enseñó a mirar morir (292); Otra manera de matar el tiempo consistía en contemplar sus joyas, mirarse en su famoso espejo (294). La importancia del uso del verbo mirar reside en el hecho de que enfatiza la atención que la condesa ponía en ello, contrapuesto a lo que sería simplemente ver, y en el caso de contemplar, funciona en el texto con u efecto de dilatación o suspensión, letargo que, precisamente, era deseado por la condesa para ganarle al tiempo.
Esta necesidad de aletargar el tiempo llevaba, como contrapartida, a la inmovilidad física de la protagonista. Tal es así, que se explicitan sus momentos de actividad como algo peculiar: No siempre la dama permanecía ociosa en tanto los demás se afanaban y trabajaban en torno a ella. A veces colaboraba... (285). Más aún, sus momentos de actividad aparecen como momentos en los que la condesa se encuentra irascible (287), momentos de total éxtasis -en el sentido literal de “fuera de sí”-, así como de corta duración: crisis eróticas (286); hay remedios fugitivos: los placeres sexuales (290); por un instante (...) el acto sexual en su máxima violencia (291); fugaz velocidad, revestida de varias formas que van de la inocente ebriedad a las perversiones sexuales y aún al crimen (291). Este aspecto, aparece a pesar de que, al igual que en el quehacer de los personajes sadianos, el acto perverso conlleve un carácter de ceremonia, de ritual, lo que lo torna sistemático, cualidad que se explicita, por ejemplo, al describirse detalladamente la ceremonia de la jaula (284) y el estilo de torturar monótonamente clásico de la condesa (285).
En este sentido, puede observarse que, en el personaje de la condesa, aparece una de las principales características de todo personaje sadiano: la apatía34. No obstante, esta característica aparece en el personaje con matices singulares. La condesa llega a ser apática, en primer término, gracias a su condición de soberana, la que le proporcionaba naturalmente ciertos privilegios inobjetables sobre los demás, como el de ser homosexual: los rumores acerca de la homosexualidad de la condesa (...) la aceptó con naturalidad , como un derecho más que le correspondía (290). Sobre este concepto, Bataille explica que Sade ideó privilegios exorbitantes respecto de los nobles y de los reyes, los que gozaban de omnipotencia e impunidad35. A partir de la omnipotencia de la condesa, es posible su exceso voluptuoso36, que conduce necesariamente a una rotunda negación del otro. Sin embargo, a partir de este punto cabe observar que aparecen en la condesa ciertos rasgos que parecen distanciarla de los apáticos soberanos sadianos.
Si, siguiendo a Bataille, la crueldad no es más que la negación de uno mismo37, la condesa parecería apartarse de ello, en la medida en que teme al vejez, y en varios momentos se apropia del cuerpo del otro con el fin de rejuvenecer el suyo: Ponderó las excelencias de la sangre de muchachas (...) para someter al demonio de la decrepitud (..) empleando sangre azul (...) la vejez se alejaría corrida y avergonzada (292-293). Por consiguiente, la condesa habría logrado la expropiación del cuerpo del otro, pero no la expropiación de propio cuerpo, ambas condiciones que constituyen el ateísmo integral del personaje sadiano38. De la misma manera, el hecho de cometer los crímenes o las vejaciones en estados de irascibilidad, de ira, implica un gesto que se aleja de la necesaria sangre fría que propugna Sade en sus textos, puesto que, en palabras de Bataille, el crimen a sangre fría es superior al crimen ejecutado en el ardor de los sentimientos39.
Así, mientras cualquier soberano sadiano se esforzará por demostrar que no hay acto perverso del que se pueda arrepentir ni hay mal al que le pueda temer -puesto que él logra convertir todo acto en voluptuoso, en instancia de goce-, por su parte, la condesa demuestra que teme perder su belleza. En este sentido, si bien ejerce su apatía sobre sus víctimas, no lo hace con respecto a su propia persona, ya que no logra transformar su sufrimiento en goce40. Por el contrario, se evidencia cierto apasionamiento en la búsqueda de autoconservación: En verdad, más que lamentarse amenazó con matarla si no detenía inmediatamente la propagación de las señales de la vejez (293).
A partir de estas consideraciones, puede observarse que el personaje de Darvulia parece estar más cerca que la condesa de ser una total apática: la inició en los juegos más crueles; le enseñó a mirar morir y el sentido de mirar morir; la animó a buscar la muerte y la sangre en un sentido literal, esto es: a quererlas por sí mismas, sin temor (292). Asimismo, al intentar enseñar a la condesa los significados del crimen y las razones para cometerlos, se acerca más al modelo de soberano que propone Sade en sus textos, es decir, aquél soberano que no sólo pretende corromper los cuerpos, sino también -y lo que da mejores resultados- las mentes de los demás. Este hecho es privilegiado porque logra conjurar la intensión -la intensidad del deseo- con la extensión -multiplicación de los crímenes-41. Esta característica de utilizar la palabra como medio para convencer y corromper, está ausente en el personaje de la condesa, que opta por los silencios o, en sus momentos de actividad, por los gritos, imprecaciones, imperativos, pero en ningún momento opta por la verborragia.
Por otro lado, la práctica de la apatía implica la negación del otro, acto que llevaría a identificarlo no como sujeto sino como objeto. Por consiguiente, al no efectuar la condesa la práctica de la apatía sadiana en su totalidad -puesto que faltaría la negación de sí misma, su propia objetivación-, se observa que ella queda posicionada como único sujeto frente a los demás. Este hecho tiene como consecuencia que no se cumpla la regla sadiana de reciprocidad, por la que los personajes cumplen roles y funciones intercambiables, en la que no hay más que clases de acción y no grupos de individuos42.
En efecto, en el texto se evidencia cómo la violencia es exclusiva para las víctimas y no para la condesa. Esta violencia se inflige no solo a través de las torturas, sino también de acciones de carácter simbólico. La violencia simbólica se produce tanto por la acción de despojar a las víctimas de sus ropas, como así también de sus voces. Ambas son acciones que connotan la idea del despojo en cuanto a su condición humana y el relego a cierta condición de animalidad, explicitada en el texto: su desnudez las ingresaba en una suerte de tiempo animal realzado por la presencia “humana” de la condesa perfectamente vestida que las contemplaba (286). Asimismo, la idea de sacar al otro de su condición de sujeto equivale a la idea de matarlo. La desnudez y la mudez son condiciones de un sujeto sin vida, y en efecto, la condesa intenta matar al sujeto que reside en cada víctima y relegarlo como objeto -objetos, en fin, de su deseo-. Estos hechos pueden verse en el texto de esta manera: Ahora la muchacha está desnuda y parada en la nieve. (...) La rodea un círculo de antorchas sostenidas por lacayos impasibles (284); ...las culpables que continuaban trabajando desnudas, bajo la mirada de la condesa... (286).
En cuanto a lo mencionado sobre la condesa despoja de su voz a sus víctimas, se observa que este hecho se efectúa en el sentido de quitarles la palabra. Así, la condesa efectúa una censura retórica43 pero, a diferencia de lo que sucede en los textos sadianos, las víctimas de la condesa funcionan como aprendices de ningún sistema, sino que simplemente aparecen como elementos de la perversión de la soberana. En el texto se explica que los gritos, jadeos e imprecaciones forman una “sustancia silenciosa” (282), lo que evidenciaría que, lejos de concebir a la palabra como voluptuosa, se privilegian las expresiones no verbales que aluden al dolor y a la muerte. Es en este sentido que aparece en el texto la concepción del silencio como expresión simbólica de la muerte. A la vez, la mencionada sustancia silenciosa podría asociarse a la idea del goce extremo como no humano44, dadas las cualidades que pueden vincular a los gritos y jadeos como la forma de expresión animal, opuesta a la palabra como producto del razonamiento humano. De la misma manera, se explicita en el texto la relación de dichas formas de expresión no sólo con la muerte real, sino con una muerte metafórica: la muerte sexual -el orgasmo-, ya que el desfallecimiento sexual nos obliga a gestos y expresiones del morir (287).

el resto es silencio
sólo que el silencio no existe”
Pizarnik45

Mientras que los personajes sadianos intentan articular el goce por medio de la constitución de un nuevo lenguaje -aunque necesariamente basado en el lenguaje formal-, por su parte, con el silencio por el que opta la condesa parece emerger lo inarticulado del goce 46, lo que escapa a una posible formulación en palabras. Esto podría verse relacionado con la imposibilidad propia del lenguaje de hacerse cargo de la subjetividad de manera absoluta47, es decir, la concepción de que toda experiencia verdadera y absoluta que involucre al ser conduce al silencio. Ejemplo de ello sería la experiencia del goce absoluto, así como la de la muerte, ambas inenarrables. Es interesante destacar que esta particular concepción del silencio -heredera de la ética y la poética de los llamados “Poetas Malditos”- es parte de la poética pizarnikiana, en la que la imposibilidad de nombrar la verdad del ser -puesto que es lo no conocido, lo inconsciente, lo no dicho-, el no saber nombrar lo que no existe, lleva a la sospecha de que lo esencial es indecible48.
Así, el silencio aparece como un gesto que se asocia con la concepción de la muerte como gesto extremo ante la imposibilidad de conjugar la exigencia de absoluto que se le atribuye a la tarea poética con las limitaciones de la experiencia vital49. En relación a esto, puede observarse cómo, en el caso de la condesa, el silencio, junto con la inmovilidad y la contemplación se ciñen en un movimiento reflexivo, sobre sí misma: vivía delante de su gran espejo sombrío (...) permanecer muchas horas frente a él sin fatigarse... (289).
De esta manera, el espejo aparecería como símbolo de la otredad que experimentaría la condesa, como subjetividad no unívoca, fragmentada, que al ver su reflejo como doble en el espejo podría desear re-unirse con un centro perdido de la personalidad50. Puede observarse que en este caso el espejo no cumple estrictamente con la misma función que en los textos sadianos. En éstos el espejo funciona en un juego reduplicatorio de la escena erótica, potenciando así la voluptuosidad de la misma, y descomponiendo al otro en otros. En el caso de la condesa, la descomposición de sí misma en otro/otros, a través de su contemplación en el espejo, es explicitada: Es una escena sin decorados donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia (290). Sin embargo, el carácter narcisista que se presenta en el personaje de la soberana, hace posible pensar que la contemplación de sí misma podría implicar cierta ilusión en cuanto al Yo, que, en palabras de Barthes, sería el Yo de la Unidad refractada, del Cuerpo reunido51. Por consiguiente, al contemplarse para gozar de su belleza, intentaría contemplar un todo, por el que busca afanosamente inmovilizarse en el tiempo, pero logrando solamente la inmovilidad en el espacio: habrá que retornar a la inmovilidad y al silencio (290). La condesa se recluye en el silencio por su propia voluntad, a diferencia del silencio de sus víctimas, que es producto de la violenta censura. En ese gesto de la soberana se evidencia su conciencia acerca de su propio fracaso para exorcizar la vejez y la muerte.
En suma, en el personaje de la condesa logra tomar consistencia la perfecta soledad, la vida silenciosa que Bataille52 propugna para los personajes sadianos, puesto que, según su concepción, la violencia es silenciosa53. En este sentido es que se observaría la imposibilidad, por parte de la condesa, de articular el goce en su totalidad, es decir, con lo que éste tiene de violencia, de inhumano. De esta manera, el personaje de la condesa vendría a configurarse desde los tópicos sadianos, pero excediéndolos en cuanto a que contempla una instancia a partir de la cual aquellos personajes habían dejado, satisfechos, su nuevo lenguaje. Esta instancia es el punto donde ni siquiera ese nuevo lenguaje sirve para nombrar ninguna verdad del ser ni para articular su goce de manera absoluta. Frente a esto, la condena a muerte y la idea de la muerte propiamente dicha, no provocan en la condesa temor ni arrepentimiento, puesto que, más allá del concepto de apatía sadiana, la búsqueda de una belleza absoluta e imperecedera había llevado a la soberana a optar por una muerte metafórica54, por un silencio y un dejar de transcurrir. Lamentable e inexorablemente para la condesa, no es el tiempo sino nosotros los que transcurrimos. Ante esto, lo único que resta es el silencio, el aletargamiento y una belleza que demanda sacrificios en pos del deseo de permanecer en el instante siempre por venir.

1Ernesto Sábato: Entre la letra y la sangre. Conversaciones con Carlos Catania. Barcelona, Seix Barral, 1991, 16.
2Alejandra Pizarnik: La condesa sangrienta, en Prosa completa. Barcelona, Lumen, 2002.
3Los textos que se toman en cuenta como base de esta línea son La filosofía en el tocador y Justina o las desdichas de la virtud, de Sade y Los cantos de Maldoror, de Lautréamont.
Sade: La filosofía en el tocador. Tus Quets, traducción de Ricardo Pochtar.
Justina o las desdichas de la virtud. Bs. As., Actitud Imaginador, 2000 [1791].
Lautréamont: Los cantos de Maldoror. Barcelona, Barral Editores, 1970 [1868].
4Con respecto a este tema, Patricia Venti expresa que este texto se adscribe a lo que se denomina “género híbrido” (...) pero más allá de su clasificación genérica, dicha escritura encubre una técnica de escritura, una forma que devora el origen, la referencia.
Patricia Venti: “La traducción como reescritura en “La condesa sangrienta” de Alejandra Pizarnik”, 2006. En http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/pizventi.html
5Acerca de esto, Isabel Monzón explicita que es un texto al que no sabemos si considerar ensayo, novela o biografía. Lo mismo sucedería respecto del texto previo del cual se extrae la historia, La condesa sangrienta de Valentine Penrose. Monzón lo define como una especie de biografía novelada, mientras que la propia Pizarnik alude a él como una suerte de vasto y hermoso poema en prosa (Pizarnik: Op. Cit., 282). Este hecho, en el caso puntual del texto de Pizarnik, podría vincularse con sus filiaciones con el movimiento romántico, en algunos aspectos de su poesía, como en este caso, por el hecho de ser un texto que escapa a las clasificaciones institucionalmente convencionales.
Isabel Monzón: “Báthory. Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta”, 1994. En http://sololiteratura.com/piz/pizacercamiento.htm
6Venti: Ibídem.
7Julia Kristeva: “Poesía y negatividad”, en Semiótica 2. Madrid, Fundamentos, 1981, 86.
8Sobre ello, Barthes expresa que el lector resulta atrapado en una inversión dialéctica: finalmente, ya no decodifica, sino que “sobre-codifica”, ya no descifra, sino que produce, amontona lenguajes, se deja atravesar por ellos infinita e incansablemente.
Roland Barthes: “Escribir la lectura”, en El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura. Barcelona, Paidós, 1987, 48-49.
9Con respecto a esto, José Luis González expresa que nos encontramos ante una de las mayores mistificaciones de la historia, y considera la versión de la 650 muchachas asesinadas como falsas acusaciones, a pesar de que otras corrientes reivindiquen la veracidad del hecho.
Guzmán Urrero Peña, en http://cvc.cervantes.es/actcult/pizarnik/obra/condesa.htm
10En relación a este tema, en opinión de Susana Haydu, la mitificación que hace Pizarnik de la condesa es extraordinaria. (...) Le adjudica cualidades de heroina, de guerrera que muere de forma honorable.
Susana Haydu: “Las dos voces de Alejandra Pizarnik”. En http://sololiteratura.com/piz/pizunaestetica.htm
11Cristina Piña: “Una estética del desecho”. En http://sololiteratura.com/piz/pizunaestetica.htm
12En la descripción de la melancolía aparece una imagen que entabla relaciones intertextuales con Rubén Darío, en cuanto a la lentitud exhausta de gota de agua cayendo (290) en el texto de Pizarnik, y la imagen de las gotas de la melancolía, en el poema “Melancolía” de Darío (1905).
13Jaime Rest: “Presentación del Conde Drácula, Vampiro”, 142.
14Roland Barthes: Sade, Loyola, Fourier. Caracas, Monte Avila editores, 9.
15Estos principios, enunciados por Freud, son parte de los principios fundamentales que rigen la vida anímica.
Jean Le Galliot: Psicoanálisis y lenguajes literarios. Teoría y práctica. Hachette, 20.
16Sobre ello, Barthes explicita que la práctica sadiana está dominada por una gran idea de orden (...), la lujuria es incontenible pero no desordenada.
Barthes: Op. Cit., 30.
17Rosemary Jackson: Fantasy: Literatura y subversión. Bs. As., Catálogos Editora, 1986, 122.
18Maurice Blanchot: “La razón de Sade”, en Sade y Lautréamont. Bs. As., Ediciones del Mediodía, 18.
19Jackson: Ibídem.
20Esto se presenta en relación con el concepto freudiano de “falo” como un referente simbólico. La importancia de esta vinculación, para el personaje de la condesa, radica en que la promoción subjetiva que comienza con la dialéctica del tener “el falo”, pone a dicho personaje en la posición de único sujeto en el texto, relegando a sus víctimas a la posición de objetos.
Cfr. Joël Dor: Introducción a la lectira de Lacan. El inconsciente estructurado como un lenguaje. Barcelona, Gedisa, Introd y Caps I al XIX.
21Jackson: Op. Cit., 121.
22Lola Robles: “Acerca de Erzébet Báthory, la Condesa Sangrienta”. En http://www.vianocturna.net/articulos_ebathory.htm
23Bernard Sichère: Historias del mal. Gedisa, 1997, 167.
24Gastón Bachelard: Lautréamont. México, FCE, Angélica Martín del Campo Trad, 1997 [1939], 14.
25Con motivo de la alusión de la obra de Goya, cabe destacar que ésta, al igual que los textos sadianos, exhibe la convicción de que existe una ferocidad de siempre, una parte nocturna del corazón humano que pide nuevos exorcismos. (Sichère: Op. Cit., 173).
26Jackson: Op. Cit., 97.
27José Amícola: “Soñar el castillo: el gótico y la diferencia sexual (Londres, 1764)”, en La batalla de los géneros: Novela gótica verus Novela de educación. Bs. As., Beatriz Viterbo, 2003.
28Para Patricia Venti, el texto de Pizarnik es una reescritura / traducción de un texto que es, a su vez, reescritura / traducción, por lo que queda inaugurado un juego literario donde se pierde el original y la autoría. (Venti: Ibídem)
29En palabras de Susana Haydu: (Pizarnik) De una mujer vulgar, hace una belleza. (...) Trasmuta en u personaje terrible, fascinante y poético, los crímenes de una asesina vulgar. (Haydu: Ibídem).
30Con este tópico se establece en el texto otra relación intertextual con Darío, con su poema “Canción de otoño en primavera” (1905), cuando se explicita que la condesa deseaba conservar su “divino tesoro” (291).
31Según Barthes, razonar quiere decir aquí filosofar, disertar, arengar, en una palabra, someter el crimen al sistema del lenguaje articulado, con el que, no obstante, crea una nueva lengua.
Roland Barthes: “El árbol del crimen”, en El pensamiento de Sade. Bs. As., Paidós, 58-59.
32Barthes: Sade. Loyola, Fourier. 170.
33Con respecto a este tema, Haydu expresa que la cruelada y la muerte son los dos temas más obvios de “La condesa sangrienta” pero es el tema del sexo, en el trasfondo del libro, lo que hace a este escrito único en la literatura femenina contemporánea. (Haydu: Ibídem)
34Lautréamont: Op. Cit., 102.
35Para Bataille, la apatía hace posible que un crimen sea cometido en el endurecimiento de la parte sensitiva, puesto que es la acción de un alma que, habiéndolo destruido todo dentro de sí misma, ha acumulado una fuerza inmensa, que se identifica completamente con el movimiento de la destrucción total.
Georges Bataille: El erotismo. Barcelona, Tus Quets, 1997 [1979], 178.
36Bataille: Op. Cit., 172.
37Bataille: Op. Cit., 175.
38Bataille: Op. Cit., 178.
39Pierre Klossowski: “Sade o el filósofo infame”, en El pensamiento de Sade. Bs. As., Paidós, 38.
40.Bataille: Ibídem.
41Sobre esto, Millot expresa que la preocupación por sí mismo es la última barrera contra el goce.
Catherine Millot: “La travesía de la novela”, en La vocación del escritor. Bs. As., Biblioteca del inconsciente, Ariel, 1993, 151-152.
42 Millot: Op. Cit., 164.
43Barthes: Op. Cit, 32-33.
44Bachelard: Op. Cit., 182.
45Sichère: Op. Cit., 64.
46Alejandra Pizarnik: “En esta noche, en este mundo”, en Poesía Completa. Bs. As., Lumen, 2004, 398.
47Venti: Ibídem.
48Cristina Piña: Alejandra Pizarnik. Una biografía. Bs. As., Corregidor, 2005, 110.
49Pizarnik: “Algunas claves de Alejandra Pizarnik”, entrevista de Martha Moia, en Prosa Completa. Bs. As., Lumen, 2003, 313.
50Piña: Op. Cit., 109.
51Jackson: Op. Cit., 109.
52Barthes: Op. Cit, 151.
53Batille: Op. Cit., 195.
54 Op. Cit., 192.
55 Piña: Ibídem.

Bibliografía
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