Mis abuelos comentan
que antes el mundo era maravilloso. Me contaban sus anécdotas de la
infancia, solían ir al parque a jugar en las hamacas, en la calesita,
andar en bicicleta, llenaban las piletas de agua y se pasaban toda la
tarde hasta que atardecía. Hasta el aire que respiraban cada
día era puro.
Ellos decían que
existía algo que cubría la Tierra, como una especie de capa, llamada
cielo, era de color azul e infinito, repleto de nubes que, según mis
abuelos, parecían de algodón y, si utilizabas un poco la imaginación,
podías encontrarles formas. En verdad, yo nunca conocí “ese
cielo” del que ellos hablan, sólo he oído rumores acerca de que cuando
alguien muere conoce ese lugar.
Ya han pasado varios
años desde que vivo acá, en un lugar oscuro y frío, con mis papás,
hermanos y abuelos, sin ver la luz del sol. Vivimos bajo tierra,
debido a la catástrofe que sufrió el mundo antes que yo naciera,
dejando a millones de personas muertas y otras, las sobrevivientes,
obligadas a vivir bajo tierra, porque era imposible la vida en el
exterior. No conozco a nadie que haya querido ir allá, a nadie que
se atreva a estar en lo desconocido, no se sabe absolutamente nada de
lo que transcurre en la superficie.
El agua, una de las
fuentes de energía más importantes para la vida, según mis
abuelos -pero sin saberlo realmente- pensaban que era inagotable, hasta que las
consecuencias comenzaron a sumarse a lo largo del tiempo.
Cuando ellos eran
jóvenes, se desató una guerra por el agua a nivel mundial, durante
esa etapa, murieron miles de millones de personas a causa de su
privatización y su escasez. Los países con mayor poder, controlaban
este negocio sucio. La falta de agua generó un gran desorden
social, ocasionando muertes en demasía por deshidratación. Muchas
enfermedades reaparecieron y otras nuevas se formaron. La atmosfera
se hacía irrespirable a causa de los gases tóxicos presentes en
ellas. Los campos ya eran desiertos casi, los vientos, secos. Se
desencadenó una migración de pestes que devastó lo poco que quedaba
por cosechar.
La escasez de agua
generó que amigos, vecinos, familias se mataran entre ellos para
poder conseguirla. Ninguna organización política ni gobierno
hacían nada para parar todo esto que sucedía. Se creyó que era el
fin de la humanidad, solo unos pocos podían sobrevivir ante estas
catástrofes y no había variedad de opciones para sobrevivir. La
adaptación era la única salida.
Mis abuelos y la gente
de su generación me cuenta sobre sus historias de esa etapa, sin
embargo yo me pregunto: “si algo es tan preciado, codiciado e
indispensable para la vida, ¿Por qué se malgasta, se derrocha, se
privatiza su consumo?”. Puede ser que haya miles de preguntas
parecidas y respuestas que lo aludan pero ninguna, creo yo, que se
haya preguntado antes ni que se haya tenido en cuenta… ¿por qué
no se pensó antes?, ¿acaso no se tenía en cuenta lo que padecerían
las generaciones futuras si se derrochara como se derrochó?. Lo que
no importaba en el pasado repercute en el presente, haciendo que
miles de chicos de mi edad no sobrevivan y posiblemente la raza
humana se extinga. Las esperanzas de vida son muy bajas, un
período de vida de aproximadamente entre 30 y 40 años. ¿Qué
expectativas podemos llegar a tener?. Lo que no se tuvo en cuenta, lo
sufro yo y muchas personas más, que quieren vivir, no importa cómo
sea, luchando contra enfermedades incurables, padeciendo día dia el
no tener qué comer, o viendo a alguien morir lentamente.
Ahora solo nos
alimentamos de comida deshidratada, y nos higienizamos con toallitas
húmedas. Las mujeres y los hombres tienen el mismo corte, nos rapan,
para poder higienizarnos mejor.
Mi aspecto parece de
un adulto de cincuenta, aunque en realidad tengo diecisiete. Mi piel
sufre la falta de vitaminas y colágeno, lo que provoca las arrugas,
la piel pierde elasticidad y nos da una apariencia de ancianos
jóvenes. A mis diecisiete sufro de problemas renales, y posiblemente
cáncer de piel. Mi historia sonará triste, pero real. Espero poder
seguir contándola…