lunes, 31 de diciembre de 2012

Verdad-Consecuencia

Hoy pasó algo curioso. A la mañana, antes de abrir el local, mientras barría la vereda, apareció una chica de unos veintitantos. Toda la conversación fue con buena onda y la secuencia fue algo así:

Ella: (haciendo de cuenta que la pala era una especie de moto, creo...) -Brubrubrubrum... Brubrubrubrubrum... Nop, parece que no hay caso. No anda amigo...
Yo: (algo desconcertado) -Je... Ta bien, no pasa nada, me manejo.
Ella: -¿Te manejás?
Yo: -Sisi, tengo la bici.
Ella: -La bici... ¿Hacés ejercicio?
Yo: Juego a la pelota con amigos...

Yo seguí barriendo pensando que la cosa había terminado, pero ella se quedo parada a un metro mirando como limpiaba la vereda.

Ella: -¿Tenés que barrer de derecha a izquierda?
Yo: -No, tengo que barrer la parte blanca nomás. Voy de derecha a izquierda porque me resulta más cómodo así.

Un breve silencio.

Yo: -¿Sos de acá de Mar del Plata?
Ella: -No, soy de bariloche.
Yo: -Ahh, ¿estás de vacaciones?
Ella: -Con una amiga hace un tiempo fuimos para el norte y estamos viajando. Ahora vinimos acá para el verano.
Yo: -¡Qué lindo! Siempre tuve ganas de irme de mochilero o algo así...
Ella: -¿Sabés? Yo antes de empezar a viajar hacía lo mismo que vos.
Yo: -¿Trabajar? Sí... Igual no sólo trabajo. Estudio y hago algunas cosas más, por eso no me voy...

Nuevamente, un breve pero no incómodo silencio.

Ella: (mirándome de forma curiosa) -¿Sos feliz?
Yo: (volteando para mirarla a los ojos y sin dudarlo, con una sonrisa sincera) -Sí... Sisi, soy feliz.

Unos pocos segundos.

Ella: (sonriendo) -Bueno, gracias, que tengas un buen día y un buen año.
Yo: (también sonriendo) -¡Muchas gracias! Dale, vos también.

Verdad-Consecuencia... Ese curioso juego (¿juego?) se me vino hace unos días a la cabeza en un viaje de colectivo, de esos inspiradores. Dejando de lado el resto de los elementos (salvavidas, semáforo, etc.), me llamó la atención la dicotomía. Decíamos verdad o consecuencia, una u otra, cuando hoy por hoy creo que están íntimamente relacionados. Lo que quiero decir es que cualquier verdad cierta tiene directamente implicada una consecuencia. '¿Verdad cierta? ¿Eso no es una redundancia?', quizás puedas pensar. Sin embargo, no es lo mismo una verdad parcial, que a pesar de conocerla, cuesta creerla, que una que se experimenta y, luego, resulta absoluta, plena, completa, cierta...

Así es como se llega a este concepto de la Verdad Y Consecuencia. El experimentar dicha verdad acarrea un cambio radical en uno mismo, que puede desembocar en algo tan simple como modificar un hábito para simplificar una tarea, hasta cambiar la mirada sobre alguna cosa o, incluso, sobre alguna persona. Algunos hablan de 'Acontecimiento'. Como sea, el valor que descubro en este concepto me resulta fascinante.

Como cualquier persona, soy algo curioso, por lo que mi mente no se detiene con tanta facilidad al fascinarse. Es así que me hallé surcando nuevos planteos. Supongo que no está de más decir que la consecuencia puede no siempre ser positiva. A lo mejor, una verdad parcial también puede generar una consecuencia negativa determinante, o bien, un error. He aquí que un razonamiento, quizás tomado algo a la ligera, me sacudió:

Dado que todos nos equivocamos, puede resultar difícil juzgar un hecho calificado de error sin conocer el motivo o la verdad (que puede ser parcial o plena, según la persona y las circunstancias), que conduce a dicha consecuencia. Así, el análisis de un hecho se opaca ante el muchísimo más rico y complejo análisis del motivo del hecho. Para seguir, en lo posible, mi ensalada rusa de ideas, hay que comprender que un hecho puede ser tanto un acto u obra, como una omisión.

Lo sé, es algo impresionante cómo puede maquinar la cabeza cuando uno se lo propone y todo lo que dice una ventanilla de colectivo. Creo que la tormenta ayudó un poco... En fin, otro trayecto me hizo pensar en motivos genéricos, si se quiere, que nos llevan a equivocarnos, y posibles cualidades que me parece (total y completamente de forma subjetiva) pueden relacionarse con ellos.

Los celos son el motivo más irracional. El dolor y la tristeza, los más comprensibles. El odio, el más lamentable. El enamoramiento, el más sufrido. El orgullo, el más avergonzante. La ignorancia, el más justificado. La soberbia, el más común. La desconfianza, el más solitario. Las dudas y los condicionales, creo, son mis predilectos...

Cinco minutos después de terminada la conversación con esa curiosa chica de Bariloche, me tenté a cuestionarme por qué no le había preguntado su nombre. Casi inmediatamente caí en cuenta que no hacía falta. Hace algún tiempo tenía que pensar dos veces antes de poder afirmar mi felicidad, e incluso me costaba un poco convencerme de ello. Hoy, lo dije en voz alta como una Verdad cierta que repercutió en predisponerme para tener un gran día.

La vida siempre puede sorprender y, más allá de los motivos que puedan condicionarnos, no estamos determinados por ellos. Hasta el último instante podemos ejercer nuestra libertad y optar por una consecuencia positiva que nos propone la Verdad plena, hecha carne y experiencia en lo más profundo de nuestro interior.