lunes, 25 de febrero de 2013

Un Domingo Diferente


Un loco está en el trabajo a punto de terminar su turno. A decir verdad, el turno termina a las 15 hs , pero siendo 15.10 hs, luego de terminar con algunas cosas que deseaba acomodar antes de irse, delibera en el vestuario si la temperatura estará para ponerse la malla o el jean. Se decide por el jean. Una de sus compañeras, al saludarlo, le dice:
-Apurate que se viene una tormenta bárbara y te va a agarrar andando en bici.
-Ok, gracias. Nos vemos mañana - responde él.
Malla entonces.

Sube las escaleras y se encuentra con que el cielo decidió empezar a dejar caer lluvia. Saluda al resto de sus compañeras y, antes de salir a mojarse, dispuesto a volver a su casa en bicicleta empapado sin ningún problema, sonríe diciendo:
-Dicen que es una cuestión de actitud, ¿verdad?
A un paso de la puerta del local, empieza a caer granizo como nunca antes había visto.
Se da vuelta riendo una vez más y comenta:
-Aunque la actitud no me alcanza para la piedra, jaja.

Hace entrar a todas las personas que se encuentran al lado de la puerta, bajo el techo del edificio donde se halla el café en el que trabaja, cierra la puerta y espera que las paredes de vidrio resistan el asedio. Una vez que deja de granizar la gente empieza a irse agradecida. Cinco minutos después, se pone en marcha.

Como de costumbre, empieza a pedalear por la costa hasta la calle Ituzaingó y sube por allí hasta estar a unas cuadras de su casa. Las calles están pintadas de blanco (el granizo casi parece nieve, si no fuera por el tamaño de las piedras), verde (hojas y ramas de un sinfin de árboles y plantas) y gente. En el centro, el hielo provoca caídas de unos cuantos de todas las edades. Va pensando que nunca ha visto tantas personas por la calle parada junto a sus coches y en las puertas de sus casas.

Mientras sigue pedaleando, pierde la cuenta de la cantidad de autos abollados y con los parabrisas rotos que aparecen; se estremece al ver a un abuelo con un trapo en la cabeza y sangre; se sorprende al ver palomas muertas y otros pájaros lastimados que, al intentar escapar de la tormenta, parecen no haber llegado; se queda boquiabierto al ver tejas apiladas en la vereda que solían estar colocadas en un techo. Y empiezan a escucharse sirenas.

Se cruza con algunos amigos y les pregunta cómo andan. Todos parecen estar bien, o al menos a los que se cruza. Entonces se da cuenta que ya no llueve y puede sacar el celular para empezar a llamar a sus familiares y amigos cercanos.

Ya llegando a su casa está un poco más tranquilo, aunque sigue fascinado por lo que pasó. El loco tiene que estudiar y, aún así, le surgen ganas de relatar algo acerca de un domingo diferente. No puede sacarse de la cabeza preguntas que (él está seguro) recorren toda la ciudad feliz.
-¿Ahora qué hacemos?
-¿Cuántos accidentes se reportarán?
-¿Qué estarán pensando los mecánicos y chapistas?

Sin embargo, otra pregunta reina su pensamiento...

¿Será un llamado de atención a valorar más lo que tenemos y, en especial, a quienes tenemos?
El loco, entre tanta locura, agradece tener sanos a los suyos.

Supongo que no está de más comentar que esa foto está sacada a una cuadra de mi trabajo