lunes, 24 de junio de 2013

Con cucharita de helado


Llegaste tarde y temprano. Quizás fui yo. Quizás nunca llegamos. Hoy me encuentro nuevamente despierto a las siete y algo de la mañana sin motivo aparente, sin poder volver a dormir. Es algo que me pasa de vez en cuando, cuando alguien piensa fuerte en mi. Creo que alguna vez yo tuve el mismo efecto. Parece mentira o fantasía. Es difícil de explicar.

Llegaste tarde y temprano. Hace poco tiempo (parece que fue ayer, porque fue ayer) alguien me decía lo importante que soy en su vida, que me quiere con todo su corazón y que si las cosas hubiesen sido diferentes, las cosas podrían ser diferentes. Ahora mismo solo espero que no lea lo que hoy te cuento, porque mientras me decía aquello yo solo podía pensar que no entendía, que no conoce nada sobre mi. Sin embargo, me hace plantearme una cuestión que debo haberme planteado un centenar de veces y hoy resulta más interesante: ¿se puede amar sin conocer?

Llegaste tarde y temprano. A veces pienso que no. Creo que el verdadero amor entre dos existe a partir de un profundo conocimiento mutuo. A veces siento que ya ni te conozco. Otras, que de alguna forma nadie te conoce mejor que yo. De a ratos creo que nunca te conocí. Sin embargo, puedo amarte. O quizás solo amo la idea de vos. La idea de ti. TU.

Llegaste tarde y temprano. Al menos eso es lo que pienso ahora, mientras intento descubrir quién me impide dormir esta mañana. ¿Sabés? Hace algunos años te dediqué algunas lineas, de poca complejidad y a lo mejor menos belleza, pero sinceras. Te las dediqué pensando que faltaba poco para encontrarte. Te las dediqué pensando que podrías llegar a leerlas y, de un día para el otro, entrarías en mi vida, o mis ojos te verían realmente por primera vez. Incluso me hiciste pensar que así fue.

Llegaste tarde y temprano. Algunas ideas son tan hermosas... Algunas, de tan hermosas, no son reales y representan solo un deseo de algo que no existe. ¡Cómo deseo que no fueras tan hermosa! Quizás fue mi culpa. Quizás yo te idealicé y, así, no te dejé realizarte (esto es, hacerte real) en mi vida. Tal vez te pensé muy grande cuando eras muy chica. Tal vez todavía lo sos. Tal vez lo somos. Creo que es mi culpa.

Llegaste tarde y temprano. Una que otra noche, en uno que otro sueño de esos que se confunden con la realidad, con lo que pasó y con lo que puede pasar, reconozco tu perfume. Sabe a nada que conozca. Sabe a todo. Sabe a vos. Puede ser que todo sea mi culpa por pensarte muy fuerte y no dejarte descansar, para despertar en mis ojos con el brillo de los tuyos. ¿Ves? Ya te imagino y te amo, sin saber si te conozco.

Llegaste tarde y temprano. Te sigo esperando. Siempre esperando, siempre soñando, (siempre) sonriendo, siempre remando. Con cucharita de helado. ¿Hacia dónde? Pues, me encantaría decir que hacia vos, aunque no te conozca. Puede que un día, cansados de tanto remar y remar sin encontrarnos, terminemos por cruzarnos y nos pidamos una mano. Puede que ese día aprendamos a remar juntos.

Llegaste tarde y temprano. Quizás fui yo. Quizás nunca llegamos. Hoy me encuentro nuevamente despierto a las ocho y algo de la mañana sin motivo aparente, sin poder volver a dormir. Es algo que me pasa de vez en cuando, cuando alguien piensa fuerte en mi. Creo que alguna vez yo tuve el mismo efecto. Parece mentira o fantasía. Es difícil de explicar.

Llegaste tarde y temprano. Tan simple y complejo como eso. Perdón si no te dejo dormir. A vos. A ti. TU. Puede que algún día leas estas líneas y puede que no. Solo por si los duendes, yo te sigo pensando fuerte.